EL MEJOR HOMENAJE QUE SE ME OCURRE: EL TEXTO ÍNTEGRO
CONSTITUCIÓN POLÍTICA
DE LA MONARQUÍA ESPAÑOLA.
PROMULGADA EN CÁDIZ A 19 DE MARZO DE 1812
PROMULGADA EN CÁDIZ A 19 DE MARZO DE 1812
Don Fernando VII, por
la gracia de Dios y la Constitución de la Monarquía española, Rey de las
Españas, y en su ausencia y cautividad la Regencia del Reino, nombrada por las
Cortes generales y extraordinarias, a todos los que las presentes vieren y
entendieren, sabed: Que las mismas Cortes han decretado y sancionado la
siguiente:
CONSTITUCIÓN POLÍTICA DE LA MONARQUÍA ESPAÑOLA
En el nombre de Dios Todopoderoso, Padre, Hijo y Espíritu Santo,
autor y supremo legislador de la sociedad.
Las Cortes generales
y extraordinarias de la Nación española, bien convencidas, después del más
detenido examen y madura deliberación, de que las antiguas leyes fundamentales
de esta Monarquía, acompañadas de las oportunas providencias y precauciones,
que aseguren de un modo estable y permanente su entero cumplimiento, podrán
llenar debidamente el grande objeto de promover la gloria, la prosperidad y el
bien de toda la Nación, decretan la siguiente Constitución política para el
buen gobierno y recta administración del Estado.
TÍTULO PRIMERO
DE LA NACIÓN ESPAÑOLA Y DE LOS ESPAÑOLES
CAPÍTULO PRIMERO
De la Nación española.
Art. 1º.
La Nación española es la reunión de todos los españoles de ambos
hemisferios.
Art. 2º.
La Nación española es libre e independiente, y no es ni puede ser
patrimonio de ninguna familia ni persona.
Art. 3º.
La soberanía reside esencialmente en la Nación, y por lo mismo
pertenece a ésta exclusivamente el derecho de establecer sus leyes
fundamentales.
Art. 4º.
La Nación está obligada a conservar y proteger por leyes sabias y
justas la libertad civil, la propiedad y los demás derechos legítimos de todos
los individuos que la componen.
CAPÍTULO II
De los españoles.
Art. 5º.
Son españoles:
Primero. Todos los hombres libres nacidos y avecindados en los
dominios de las Españas, y los hijos de éstos.
Segundo. Los extranjeros que hayan obtenido de las Cortes cartas
de naturaleza.
Tercero. Los que sin ella lleven diez años de vecindad, ganada
según la ley en cualquier pueblo de la Monarquía.
Cuarto. Los libertos desde que adquieran la libertad en las
Españas.
Art. 6º.
El amor de la Patria es una de las principales obligaciones de
todos los españoles, y asimismo el ser justos y benéficos.
Art. 7º.
Todo español está obligado a ser fiel a la Constitución, obedecer
las leyes y respetar las autoridades establecidas.
Art. 8º.
También está obligado todo español, sin distinción alguna, a
contribuir en proporción de sus haberes para los gastos del Estado.
Art. 9º.
Está asimismo obligado todo español a defender la Patria con las
armas cuando sea llamado por la ley.
TÍTULO II
DEL TERRITORIO DE LAS
ESPAÑAS, SU RELIGIÓN Y GOBIERNO, Y DE LOS CIUDADANOS ESPAÑOLES
CAPÍTULO PRIMERO
Del territorio de las
Españas
Art. 10.
El territorio español comprende en la Península con sus posesiones
e islas adyacentes, Aragón, Asturias, Castilla la Vieja, Castilla la Nueva,
Cataluña, Córdoba, Extremadura, Galicia, Granada, Jaén, León, Molina, Murcia,
Navarra, Provincias Vascongadas, Sevilla y Valencia, las islas Baleares y las
Canarias con las demás posesiones de África.
En la América septentrional, Nueva España, con la Nueva Galicia y
Península de Yucatán, Guatemala, provincias internas de Oriente, provincias
internas de Occidente, isla de Cuba con las dos Floridas, la parte española de
la isla de Santo Domingo, y la isla de Puerto Rico con las demás adyacentes a
éstas y al continente en uno y otro mar.
En la América meridional, la Nueva Granada, Venezuela, el Perú,
Chile, provincias del Río de la Plata, y todas las islas adyacentes en el mar
Pacífico y en el Atlántico.
En el Asia, las islas Filipinas, y las que dependen de su
gobierno.
Art. 11.
Se hará una división más conveniente del territorio español por
una ley constitucional, luego que las circunstancias políticas de la Nación lo
permitan.
CAPÍTULO II
De la religión.
Art. 12.
La religión de la Nación española es y será perpetuamente la
católica, apostólica, romana, única verdadera. La Nación la protege por leyes
sabias y justas, y prohíbe el ejercicio de cualquiera otra.
CAPÍTULO III
Del Gobierno.
Art. 13.
El objeto del Gobierno es la felicidad de la Nación, puesto que el
fin de toda sociedad política no es otro que el bienestar de los individuos que
la componen.
Art. 14.
El Gobierno de la Nación española es una Monarquía moderada
hereditaria.
Art. 15.
La potestad de hacer las leyes reside en las Cortes con el Rey.
Art. 16.
La potestad de hacer ejecutar las leyes reside en el Rey.
Art. 17.
La potestad de aplicar las leyes en las causas civiles y
criminales reside en los Tribunales establecidos por la ley.
CAPÍTULO IV
De los ciudadanos
españoles
Art. 18.
Son ciudadanos aquellos españoles que por ambas líneas traen su
origen de los dominios españoles de ambos hemisferios, y están, avecindados en
cualquier pueblo de los mismos dominios.
Art. 19.
Es también ciudadano el extranjero que gozando ya de los derechos
del español, obtuviere de las Cortes carta especial de ciudadano.
Art. 20.
Para que el extranjero pueda obtener de las Cortes esta carta,
deberá estar casado con española, y haber traído o fijado en las Españas alguna
invención o industria apreciable, o adquirido bienes raíces por los que pague
una contribución directa, o estableciéndose en el comercio con un capital
propio o considerable a juicio de las mismas Cortes, o hecho servicios
señalados en bien y defensa de la Nación.
Art. 21.
Son asimismo ciudadanos los hijos legítimos de los extranjeros domiciliados
en las Españas, que habiendo nacido en los dominios españoles, no hayan salido
nunca fuera sin licencia del Gobierno, y teniendo veintiún años cumplidos, se
hayan avecindado en un pueblo de los mismos dominios, ejerciendo en él alguna
profesión, oficio o industria útil.
Art. 22.
A los españoles que por cualquiera línea son habidos y reputados
por originarios del África, les queda abierta la puerta de la virtud y del
merecimiento para ser ciudadanos: en su consecuencia, las Cortes concederán carta
de ciudadano a los que hicieren servicios calificados a la Patria, o a los que
se distingan por su talento, aplicación y conducta, con la condición de que
sean hijos de legítimo matrimonio de padres ingenuos; de que estén casados con
mujer ingenua, y avecindados en los dominios de las Españas, y de que ejerzan
alguna profesión, oficio o industria útil con un capital propio.
Art. 23.
Sólo los que sean ciudadanos podrán obtener empleos municipales, y
elegir para ellos en los casos señalados por la ley.
Art. 24.
La calidad del ciudadano español se pierde:
Primero. Por adquirir naturaleza en país extranjero.
Segundo. Por admitir empleo de otro Gobierno.
Tercero. Por sentencia en que se impongan penas aflictivas o
infamantes, si no se obtiene rehabilitación.
Cuarto. Por haber residido cinco años consecutivos fuera del
territorio español sin comisión o licencia del Gobierno.
Art. 25.
El ejercicio de los mismos derechos se suspende:
Primero. En virtud de interdicción judicial por incapacidad física
o moral.
Segundo. Por el estado de deudor quebrado, o de deudor a los
caudales públicos.
Tercero. Por el estado de sirviente doméstico.
Cuarto. Por no tener empleo, oficio, o modo de vivir conocido.
Quinto. Por hallarse procesado criminalmente.
Sexto. Desde el año de 1830 deberán saber leer y escribir los que
de nuevo entren en el ejercicio de los derechos de ciudadano.
Art. 26.
Sólo por las causas señaladas en los dos artículos precedentes se
pueden perder o suspender los derechos de ciudadano, y no por otras.
TÍTULO III
DE LAS CORTES
CAPÍTULO PRIMERO
Del modo de formarse
las Cortes.
Art. 27.
Las Cortes son la reunión de todos los Diputados que representan
la Nación, nombrados por los ciudadanos en la forma que se dirá.
Art. 28.
La base para la representación nacional es la misma en ambos
hemisferios.
Art. 29.
Esta base es la población compuesta de los naturales que por ambas
líneas sean originarios de los dominios españoles, y de aquellos que hayan
obtenido de las Cortes carta de ciudadano, como también de los comprendidos en
el art. 21.
Art. 30.
Para el cómputo de la población de los dominios europeos servirá
el último censo del año 1797, hasta que pueda hacerse otro nuevo; y se formará
el correspondiente para el cómputo de la población de los de Ultramar,
sirviendo entre tanto los censos más auténticos entre los últimamente formados.
Art. 31.
Por cada 70.000 almas de la población, compuesta como queda dicho
en el art. 29, habrá un Diputado de Cortes.
Art. 32.
Distribuida la población por las diferentes provincias, si
resultase en alguna el exceso de más de 35.000 almas, se elegirá un Diputado
más, como si el número llegase a 70.000, y si el sobrante no excediere de
35.000, no se contará con él.
Art. 33.
Si hubiese alguna provincia cuya población no llegue a 70.000
almas, pero que no baje de 35.000, elegirá por sí un Diputado; y si bajare de
este número, se unirá a la inmediata para completar el de 70.000 requerido.
Exceptúase de esta regla la isla de Santo Domingo, que nombrará Diputado,
cualquiera que sea su población.
CAPÍTULO II
Del nombramiento de
Diputados de Cortes.
Art. 34.
Para la elección de los Diputados de Cortes se celebrarán juntas
electorales de parroquia, de partido y de provincia.
CAPÍTULO III
De las juntas
electorales de parroquia.
Art. 35.
Las juntas electorales de parroquia se compondrán de todos los
ciudadanos avecindados y residentes en el territorio de la parroquia
respectiva, entre los que se comprenden los eclesiásticos seculares.
Art. 36.
Estas juntas se celebrarán siempre en la Península e islas y
posesiones adyacentes, el primer domingo del mes de Octubre del año anterior al
de la celebración de las Cortes.
Art. 37.
En las provincias de Ultramar se celebrarán el primer domingo del
mes de Diciembre, quince meses antes de la celebración de las Cortes, con aviso
que para unas y otras hayan de dar anticipadamente las justicias.
Art. 38.
En las juntas de parroquia se nombrará por cada 200 vecinos un
elector parroquial.
Art. 39.
Si el número de vecinos de la parroquia excediese de 300, aunque
no llegue a 400, se nombrarán dos electores; si excediese de 500, aunque no
llegue a 600, se nombrarán tres, y así progresivamente.
Art. 40.
En las parroquias cuyo número de vecinos no llegue a 200, con tal
que tengan 150, se nombrará ya un elector, y en aquellas en que no haya este
número, se reunirán los vecinos a los de otra inmediata para nombrar el elector
o electores que les correspondan.
Art. 41.
La junta parroquial elegirá a pluralidad de votos once compromisarios,
para que éstos nombren el elector parroquial.
Art. 42.
Si en la junta parroquial hubieren de nombrarse dos electores
parroquiales, se elegirán 21 compromisarios, y si tres, 31; sin que en ningún
caso se pueda exceder de este número de compromisarios, a fin de evitar
confusión.
Art. 43.
Para consultar la mayor comodidad de las poblaciones pequeñas, se
observará que aquella parroquia que llegar e a tener 20 vecinos elegirá un
compromisario, la que llegue a tener de 30 a 40, elegirá dos; la que tuviere de
50 a 60, tres, y así progresivamente. Las parroquias que tuvieren menos de 20
vecinos se unirán, con las más inmediatas para elegir compromisario.
Art. 44.
Los compromisarios de las parroquias de las poblaciones pequeñas,
así elegidos, se juntarán en el pueblo más a propósito, y en componiendo el
número de 11, o a lo menos de nueve, nombrarán un elector parroquial, si
compusieren el número de 21, o a lo menos de 17, nombrarán dos electores
parroquiales, y si fueren 31, y se reuniere a lo menos 25, nombrarán tres
electores o los que correspondan.
Art. 45.
Para ser nombrado elector parroquial se requiere ser ciudadano,
mayor de veinticinco años, vecino y residente en la parroquia.
Art. 46.
Las juntas de parroquia serán presididas por el jefe político, o
el alcalde de la ciudad, villa o aldea en que se congregaren, con asistencia
del cura párroco para mayor solemnidad del acto; y si en un mismo pueblo, por
razón del número de sus parroquias, se tuvieren dos o más juntas, presidirá una
el jefe político, o el alcalde, otra el otro alcalde, y los regidores, por
suerte, presidirán las demás.
Art. 47.
Llegada la hora de la reunión, que se hará en las Casas
consistoriales o en el lugar donde lo tengan de costumbre, hallándose juntos
los ciudadanos que hayan concurrido, pasarán a la parroquia con su presidente,
y en ella se celebrará una misa solemne de Espíritu Santo por el cura párroco,
quien hará un discurso correspondiente a las circunstancias.
Art. 48.
Concluida la misa, volverán al lugar de donde salieron, y en él se
dará principio a la junta, nombrando dos escrutadores y un secretario de entre
los ciudadanos presentes, todo a puerta abierta.
Art. 49.
En seguida preguntará el presidente si algún ciudadano tiene que
exponer alguna queja relativa a cohecho o soborno para que la elección recaiga
en determinada persona; y si la hubiere deberá hacerse justificación pública y
verbal en el mismo acto. Siendo cierta la acusación, serán privados de voz
activa y pasiva los que hubieren cometido el delito. Los calumniadores sufrirán
la misma pena; y de este juicio no se admitirá recurso alguno.
Art. 50.
Si se suscitasen dudas sobre si en alguno de los presentes
concurren las calidades requeridas para poder votar, la misma junta decidirá en
el acto lo que le parezca; y lo que decidiere se ejecutará sin recurso alguno
por esta vez y para este solo efecto.
Art. 51.
Se procederá inmediatamente al nombramiento de los compromisarios;
lo que se hará designando cada ciudadano un número de personas igual al de los
compromisarios, para lo que se acercará a la mesa donde se hallen el
presidente, los escrutadores y el secretario; y éste las escribirá en una lista
a su presencia; y en éste y en los demás actos de elección nadie podrá votarse
a sí mismo, bajo la pena de perder el derecho de votar.
Art. 52.
Concluido este acto, el presidente, escrutadores y secretario
reconocerán las listas, y aquél publicará en alta voz los nombres de los
ciudadanos que hayan sido elegidos compromisarios por haber reunido mayor
número de votos.
Art. 53.
Los compromisarios nombrados se retirarán a un lugar separado
antes de disolverse la junta, y conferenciando entre sí, procederán a nombrar
el elector o electores de aquella parroquia, y quedarán elegidas la persona o
personas que reúnan más de la mitad de votos. En seguida se publicará en la
junta el nombramiento.
Art. 54.
El secretario extenderá el acta, que con él firmarán el presidente
y los compromisarios, y se entregará copia de ella firmada a la persona o
personas elegidas, para hacer constar su nombramiento.
Art. 55.
Ningún ciudadano podrá excusarse de estos encargos por motivo ni
pretexto alguno.
Art. 56.
En la junta parroquial ningún ciudadano se presentará con armas.
Art. 57.
Verificado el nombramiento de electores, se disolverá
inmediatamente la junta, y cualquier otro acto en que intente mezclarse será
nulo.
Art. 58.
Los ciudadanos que han compuesto la junta se trasladarán a la
parroquia, donde se cantará un solemne Te Deum, llevando al elector o electores
entre el presidente, los escrutadores y el secretario.
CAPÍTULO IV
De las juntas
electorales de partido.
Art. 59.
Las juntas electorales de partido se compondrán de los electores
parroquiales, que se congregarán en la cabeza de cada partido, a fin de nombrar
el elector o electores que han de concurrir a la capital de la provincia para
elegir los Diputados de Cortes.
Art. 60.
Estas juntas se celebrarán siempre, en la Península e islas y
posesiones adyacentes, el primer domingo del mes de Noviembre del año anterior
al en que han de celebrarse las Cortes.
Art. 61.
En las provincias de Ultramar se celebrarán el primer domingo del
mes de Enero próximo siguiente al de Diciembre en que se hubieren celebrado las
juntas de parroquia.
Art. 62.
Para venir en conocimiento del número de electores que haya de
nombrar cada partido, se tendrán presentes las siguientes reglas.
Art. 63.
El número de electores de partido será triple al de los Diputados
que se han de elegir.
Art. 64.
Si el número de partidos de la provincia fuere mayor que el de los
electores que se requieren por el artículo precedente para el nombramiento de
los Diputados que le correspondan, se nombrará, sin embargo, un elector por
cada partido.
Art. 65.
Si el número de partidos fuere menor que el de los electores que
deban nombrarse, cada partido elegirá uno, dos o más, hasta completar el número
que se requiera; pero si faltase aún un elector, le nombrará el partido de
mayor población; si todavía faltase otro, le nombrará el que le siga en mayor
población, y así sucesivamente.
Art. 66.
Por lo que queda
establecido en los artículos 31, 32 y 33, y en los tres artículos precedentes,
el censo determina cuántos Diputados corresponden a cada provincia y cuántos
electores a cada uno de sus partidos.
Art. 67.
Las juntas
electorales de partido serán presididas por el jefe político, o el alcalde
primero del pueblo cabeza de partido, a quien se presentarán los electores
parroquiales con el documento que acredite su elección, para que sean anotados
sus nombres en el libro en que han de extenderse las actas de la junta.
Art. 68.
En el día señalado se
juntarán los electores de parroquia con el presidente de las Salas
consistoriales, a puerta abierta, y comenzarán por nombrar un secretario y dos
escrutadores de entre los mismos electores.
Art. 69.
En seguida
presentarán los electores las certificaciones de su nombramiento para ser
examinadas por el secretario y escrutadores, quienes deberán al día siguiente
informar si están o no arregladas. Las certificaciones del secretario y
escrutadores serán examinadas por una comisión de tres individuos de la junta,
que se nombrará al efecto, para que informe también en el siguiente día sobre
ellas.
Art. 70.
En este día,
congregados los electores parroquiales, se leerán los informes sobre las
certificaciones; y si se hubiere hallado reparo que oponer a alguna de ellas, o
a los electores, por defecto de algunas de las calidades requeridas, la junta
resolverá definitivamente y acto continuo lo que le parezca, y lo que resolviere
se ejecutará sin recurso.
Art. 71.
Concluido este acto,
pasarán los electores parroquiales con su presidente a la Iglesia mayor, en
donde se cantará una misa solemne de Espíritu Santo por el eclesiástico de
mayor dignidad, el que hará un discurso propio de las circunstancias.
Art. 72.
Después de este acto
religioso, se restituirán a las Casas consistoriales, y ocupando los electores
sus asientos sin preferencia alguna, leerá el secretario este capítulo de la
Constitución, y en seguida hará el presidente la misma pregunta que se contiene
en el art. 49, y se observará todo cuanto en él se previene.
Art. 73.
Inmediatamente
después se procederá al nombramiento del elector o electores de partido,
eligiéndolos de uno en uno, y por escrutinio secreto, mediante cédulas en que
esté escrito el nombre de la persona que cada uno elige.
Art. 74.
Concluida la
votación, el presidente, secretario y escrutadores harán la regulación de los
votos, y quedará elegido el que haya reunido, a lo menos, la mitad de los votos
y uno más, publicando el presidente cada elección. Si ninguno hubiere tenido la
pluralidad absoluta de votos, los dos que hayan tenido el mayor número entrarán
en segundo escrutinio, y quedará elegido el que reúna mayor número de votos, En
caso de empate decidirá la suerte.
Art. 75.
Para ser elector de
partido se requiere ser ciudadano que se halle en el ejercicio de sus derechos,
mayor de veinticinco años, y vecino y residente en el partido, ya sea del
estado seglar, o del eclesiástico secular, pudiendo recaer la elección en los
ciudadanos que componen la junta, o en los de fuera de ella.
Art. 76.
El secretario
extenderá el acta, que con él firmarán el presidente y escrutadores, y se
entregará copia de ella, firmada por los mismos, a la persona o personas
elegidas para hacer constar su nombramiento. El presidente de esta junta
remitirá otra copia, firmada por él y por el secretario, al presidente de la
junta de provincia, donde se hará notoria la elección en los papeles públicos.
Art. 77.
En las juntas
electorales de partido se observará todo lo que se previene para las juntas
electorales de parroquia en los artículos 55, 56, 57 y 58.
CAPÍTULO V
De las juntas
electorales de provincia.
Art. 78.
Las juntas
electorales de provincia se compondrán de los electores de todos los partidos
de ella, que se congregarán en la capital, a fin de nombrar los Diputados que
le correspondan para asistir a las Cortes como representantes de la Nación.
Art. 79.
Estas juntas se
celebrarán siempre en la Península e islas adyacentes el primer domingo del mes
de Diciembre del año anterior a las Cortes.
Art. 80.
En las provincias de
Ultramar se celebrarán en el domingo segundo del mes de Marzo del mismo año en
que se celebraren las juntas de partido.
Art. 81.
Serán presididas
estas juntas por el jefe político de la Capital de provincia, a quien se
presentarán los electores de partido con el documento de su elección, para que
sus nombres se anoten en el libro en que han de extenderse las actas de la
junta.
Art. 82.
En el día señalado se
juntarán los electores de partido con el presidente en las Casas
consistoriales, o en el edificio que se tenga por más a propósito para un acto
tan solemne, a puerta abierta, y comenzarán por nombrar a pluralidad de votos
un secretario y dos escrutadores de entre los mismos electores.
Art. 83.
Si a una provincia no
le cupiere más que un Diputado, concurrirán, a lo menos, cinco electores para
su nombramiento, distribuyendo este número entre los partidos en que estuviere
dividida, o formando partido para este solo efecto.
Art. 84.
Se leerán los cuatro
capítulos de esta Constitución que tratan de las elecciones. Después se leerán
las certificaciones de las actas de las elecciones hechas en las cabezas de
partido, remitidas por los respectivos presidentes, y asimismo presentarán los
electores las certificaciones de su nombramiento, para ser examinadas por el
secretario y escrutadores, quienes deberán al día siguiente informar si están o
no arregladas. Las certificaciones del secretario y escrutadores serán
examinadas por una comisión de tres individuos de la junta, que se nombrarán al
efecto, para que informen también sobre ellas en el siguiente día.
Art. 85.
Juntos en él los
electores de partido, se leerán los informes sobre las certificaciones, y si se
hubiere hallado reparo que oponer a alguna de ellas, o a los electores por
defecto de alguna de las calidades requeridas, la junta resolverá
definitivamente y acto continuo lo que le parezca, y lo que resolviere se
ejecutará sin recurso.
Art. 86.
En seguida se
dirigirán los electores de partido, con su presidente, a la catedral o iglesia
mayor, en donde se cantará una misa solemne de Espíritu Santo, y el Obispo, o
en su defecto el eclesiástico de mayor dignidad, hará un discurso propio de las
circunstancias.
Art. 87.
Concluido este acto
religioso, volverán al lugar de donde salieron, y a puerta a abierta, ocupando
los electores sus asientos sin preferencia alguna, hará el presidente la misma
pregunta que se contiene en el artículo 49, y se observará cuanto en él se
previene.
Art. 88.
Se procederá en
seguida por los electores que se hallen presentes a la elección del Diputado o
Diputados, y se elegirán de uno en uno, acercándose a la mesa donde se halle el
presidente, los escrutadores y el secretario, y éste escribirá en una lista, a
su presencia, el nombre de la persona que cada uno elige. El secretario y los
escrutadores serán los primeros que voten.
Art. 89.
Concluida la
votación, el presidente, secretario y escrutadores harán la regulación de los
votos, y quedará elegido aquel que haya reunido, a lo menos, la mitad de los
votos y uno más. Si ninguno hubiere reunido la pluralidad absoluta de votos,
los dos que hayan tenido el mayor número entrarán en segundo escrutinio, y
quedará elegido el que reúna la pluralidad. En caso de empate decidirá la
suerte, y hecha la elección de cada uno, la publicará el presidente.
Art. 90.
Después de la
elección de Diputados se procederá a la de suplentes, por el mismo método y
forma, y su número será en cada provincia la tercera parte de los Diputados que
le correspondan. Si a alguna provincia no le tocare elegir más que uno o dos
Diputados, elegirá sin embargo, un Diputado suplente. Estos concurrirán a las
Cortes siempre que se verifique la muerte del propietario, o su imposibilidad,
a juicio de las mismas, en cualquier tiempo que uno u otro accidente se
verifique después de la elección.
Art. 91.
Para ser Diputado a
Cortes se requiere ser ciudadano que está en el ejercicio de sus derechos,
mayor de veinticinco años, y que haya nacido en la provincia o esté avecindado
en ella con residencia, a lo menos, de siete años, bien sea del estado seglar o
del eclesiástico secular; pudiendo recaer la elección en los ciudadanos que
componen la junta, o en los de fuera de ella.
Art. 92.
Se requiere, además
para ser elegido Diputado de Cortes, tener una renta anual proporcionada,
procedente de bienes propios.
Art. 93.
Suspéndese la
disposición del artículo precedente hasta que las Cortes que en adelante han de
celebrarse declaren haber llegado ya el tiempo de que pueda tener efecto,
señalando la cuota de la renta y la calidad de los bienes de que haya de
provenir; y lo que entonces resolvieren se tendrá por constitucional, como si
aquí se hallara expresado.
Art. 94.
Si sucediere que una
misma persona sea elegida por la provincia de su naturaleza y por la que está
avecindada, subsistirá la elección por razón de la vecindad, y por la provincia
de su naturaleza vendrá a las Cortes el suplente a quien corresponda.
Art. 95.
Los Secretarios del
Despacho, los Consejeros de Estado y los que sirven empleos de la Casa Real no
podrán ser elegidos Diputados de Cortes.
Art. 96.
Tampoco podrá ser
elegido Diputado de Cortes ningún extranjero, aunque haya obtenido de las Cortes
carta de ciudadano.
Art. 97.
Ningún empleado
público nombrado por el Gobierno podrá ser elegido Diputado de Cortes por la
provincia en que ejerce su cargo.
Art. 98.
El secretario
extenderá el acta de las elecciones, que con él firmarán el presidente y todos
los electores.
Art. 99.
En seguida otorgarán
todos los electores sin excusa alguna, a todos y cada uno de los Diputados,
poderes amplios, según la fórmula siguiente, entregándose a cada Diputado su
correspondiente poder para presentarse en las Cortes.
Art. 100.
Los poderes estarán
concebidos en estos términos:
“En la ciudad o villa
de …..a ….. días del mes de ….. del año de ….., en las salas de ….., hallándose
congregados los señores (aquí se pondrán los nombres del presidente y de los
electores de partido que forman la junta electoral de la provincia), dijeron
ante mí, el infrascrito escribano y testigos al efecto convocados, que
habiéndose procedido, con arreglo a la Constitución política de la Monarquía
española, al nombramiento de los electores parroquiales y de partido con todas
las solemnidades prescritas por la misma Constitución, como constaba de las
certificaciones que originales obraban en el expediente, reunidos los
expresados electores de los partidos de la provincia de ….. en el día de …..
del mes de ….. del presente año, habían hecho el nombramiento de los Diputados
que en nombre y 10 representación de esta provincia han de concurrir a las
Cortes, y que fueron electos por Diputados para ellas por esta provincia los
Sres. N.N.N., como resulta del acta extendida y firmada por N.N.; que en su
consecuencia les otorgan poderes amplios a todos juntos, y a cada uno de por
sí, para cumplir y desempeñar las augustas funciones de su encargo, y para que
con los demás Diputados de Cortes, como representantes de la Nación española,
puedan acordar y resolver cuanto entendieren conducente al bien general de
ella, en uso de las facultades que la Constitución determina, y dentro de los
límites que la misma prescribe, sin poder derogar, alterar o variar en manera
alguna ninguno de sus artículos bajo ningún pretexto, y que los otorgantes se
obligan por sí mismos y a nombre de todos los vecinos de esta provincia, en
virtud de las facultades que les son concedidas como electores nombrados para
este acto, a tener por válido, y obedecer y cumplir cuanto como tales Diputados
de Cortes hicieren, y se resolviere por éstas con arreglo a la Constitución
política de la Monarquía española. Así lo expresaron y otorgaron, hallándose
presentes como testigos N.N., que con los señores otorgantes lo firmaron: de
que doy fe”.
Art. 101.
El presidente,
escrutadores y secretario remitirán inmediatamente copia firmada por los mismos
del acta de las elecciones a la Diputación permanente de las Cortes, y harán
que se publiquen las elecciones por medio de la imprenta, remitiendo un
ejemplar a cada pueblo de la provincia.
Art. 102.
Para la indemnización
de los Diputados se les asistirá por sus respectivas provincias con las dietas
que las Cortes, en el segundo año de cada Diputación general, señalaren para la
Diputación que le ha de suceder, y a los Diputados de Ultramar se les abonará,
además, lo que parezca necesario, a juicio de sus respectivas provincias, para
los gastos de viaje de ida y vuelta.
Art. 103.
Se observará en las
juntas electorales de provincia todo lo que se prescribe en los artículos 55,
56, 57 y 58, a excepción de lo que previene el art. 328.
CAPÍTULO VI
De la celebración de
las Cortes.
Art. 104.
Se juntarán las
Cortes todos los años en la capital del reino, en edificio destinado a este
solo objeto.
Art. 105.
Cuando tuvieren por
conveniente trasladarse a otro lugar, podrán hacerlo, con tal que sea a pueblo
que no diste de la capital más que doce leguas, y que convengan en la
traslación las dos terceras partes de los Diputados presentes.
Art. 106.
Las sesiones de las
Cortes en cada año durarán tres meses consecutivos, dando principio el día 1º,
del mes de Marzo.
Art. 107.
Las Cortes podrán
prorrogar sus sesiones cuando más por otro mes, en sólo dos casos: primero, a
petición del Rey; segundo, si las Cortes lo creyeren necesario por una
resolución de las dos terceras partes de los Diputados.
Art. 108.
Los Diputados se
renovarán en su totalidad cada dos años.
Art. 109.
Si la guerra o la
ocupación de alguna parte del territorio de la Monarquía por el enemigo
impidieren que se presenten a tiempo todos o algunos de los Diputados de una o
más provincias, serán suplidos los que falten por los anteriores Diputados de
las respectivas provincias, sorteando entre sí hasta completar el número que
les corresponda.
Art. 110.
Los Diputados no
podrán volver a ser elegidos, sino mediando otra Diputación.
Art. 111.
Al llegar los
Diputados a la capital se presentarán a la Diputación permanente de Cortes, la
que hará sentar sus nombres, y el de la provincia que los ha elegido, en un
registro de la Secretaría de las mismas Cortes.
Art. 112.
En el año de la
renovación de los Diputados se celebrará, el día 15 de Febrero, a puerta
abierta, la primera junta preparatoria, haciendo de Presidente el que lo sea de
la Diputación permanente, y de Secretarios y escrutadores los que nombre la
misma Diputación de entre los restantes individuos que la componen.
Art. 113.
En esta primera junta
presentarán todos los Diputados sus poderes, y se nombrarán a pluralidad de
votos dos Comisiones, una de cinco individuos, para que examine los poderes de
todos los Diputados, y otra de tres, para que examine los de estos cinco
individuos de la Comisión.
Art. 114.
El día 20 del mismo
Febrero se celebrará también, a puerta abierta, la segunda junta preparatoria,
en la que las dos Comisiones informarán sobre la legitimidad de los poderes,
habiendo tenido presentes las copias de las actas de las elecciones
provinciales.
Art. 115.
En esta junta, y en
las demás que sean necesarias hasta el día 25, se resolverán definitivamente, y
a pluralidad de votos, las dudas que se susciten sobre la legitimidad de los
poderes y calidades de los Diputados.
Art. 116.
En el año siguiente
al de la renovación de los Diputados, se tendrá la primera junta preparatoria
el día 20 de Febrero, y hasta el 25 las que se crean necesarias para resolver,
en el modo y forma que se ha expresado en los tres artículos precedentes, sobre
la legitimidad de los poderes de los Diputados que de nuevo se presenten.
Art. 117.
En todos los años, el
día 25 de Febrero, se celebrará la última junta preparatoria, en la que se hará
por todos los Diputados, poniendo la mano sobre los Santos Evangelios, el
juramento siguiente: ¿Juráis defender y conservar la religión Católica,
Apostólica, Romana, sin admitir otra alguna en el Reino? --R. Sí juro. --
¿Juráis guardar y hacer guardar religiosamente la Constitución política de la
Monarquía española, sancionada por las Cortes generales y extraordinarias de la
Nación en el año de 1812? –R. Sí juro. --¿Juráis haberos bien y fielmente en el
cargo que la Nación os ha encomendado, mirando en todo por el bien y
prosperidad de la misma Nación? –R. Sí juro. –Si así lo hiciereis, Dios os lo
premie, y si no, os lo demande.
Art. 118.
En seguida se
procederá a elegir de entre los mismos Diputados, por escrutinio secreto y a
pluralidad absoluta de votos, un Presidente, un Vicepresidente y cuatro
Secretarios, con lo que se tendrán por constituidas y formadas las Corte s, y
la Diputación permanente cesará en todas sus funciones.
Art. 119.
Se nombrará en el
mismo día una diputación de 22 individuos, y dos de los Secretarios, para que
pase a dar parte el Rey de hallarse constituidas las Cortes, y del Presidente que
han elegido, a fin de que manifieste si asistirá a la apertura de las Cortes
que se celebrará el día 1º. De Marzo.
Art. 120.
Si el Rey se hallare
fuera de la capital, se le hará esta participación por escrito, y el Rey
contestará del mismo modo.
Art. 121.
El Rey asistirá por
sí mismo a la apertura de las Cortes, y si tuviere impedimento, la hará el
Presidente el día señalado, sin que por ningún motivo pueda diferirse para
otro. Las mismas formalidades se observarán para el acto de cerrarse las Cortes.
Art. 122.
En la sala de las
Cortes entrará el Rey sin guardia, y sólo le acompañarán las personas que
determine el ceremonial para el recibimiento y despedida del Rey que se
prescriba en el reglamento del gobierno interior de las Cortes.
Art. 123.
El Rey hará un
discurso, en el que propondrá a las Cortes lo que crea conveniente, y al que el
Presidente contestará en términos generales. Si no asistiere el Rey, remitirá
su discurso al Presidente para que por éste se lea en las Cortes.
Art. 124.
Las Cortes no podrán
deliberar en la presencia del Rey.
Art.125.
En los casos en que
los Secretarios del Despacho hagan a las Cortes algunas propuestas a nombre del
Rey, asistirán a las discusiones cuándo y del modo que las Cortes determinen, y
hablarán en ellas; pero no podrán estar presentes a la votación.
Art. 126.
Las sesiones de las
Cortes serán públicas, y sólo en los casos que exijan reserva podrá celebrarse
sesión secreta.
Art. 127.
En las discusiones de
las Cortes, y en todo lo demás que pertenezca a su gobierno y orden interior,
se observará el reglamento que se forme por estas Cortes generales y
extraordinarias, sin perjuicio de las reformas que las sucesivas tuvieren por
conveniente hacer en él.
Art. 128.
Los Diputados serán
inviolables por sus opiniones, y en ningún tiempo ni caso, ni por ninguna
autoridad, podrán ser reconvenidos por ellas. En las causas criminales que
contra ellos se intentaren, no podrán ser juzgados sino por el Tribunal de
Cortes en el modo y forma que se prescriba en el reglamento del gobierno
interior de las mismas. Durante las sesiones de las Cortes, y un mes después,
los Diputados no podrán ser demandados civilmente, ni ejecutados por deudas.
Art. 129.
Durante el tiempo de
su Diputación, contado para este efecto desde que el nombramiento conste en la
permanente de Cortes, no podrán los Diputados admitir para sí, ni solicitar
para otro, empleo alguno de provisión del Rey, ni aun ascenso, como no sea de
escala en su respectiva carrera.
Art. 130.
Del mismo modo no
podrán, durante el tiempo de su diputación, y un año después del último acto de
sus funciones, obtener para sí, ni solicitar para otro, pensión ni
condecoración alguna que sea también de provisión del Rey.
CAPÍTULO VII
De las facultades de
las Cortes.
Art. 131.
Las facultades de las
Cortes son:
Primera. Proponer y
decretar las leyes, e interpretarlas y derogarlas en caso necesario.
Segunda. Recibir el
juramento al Rey, al Príncipe de Asturias y a la Regencia, como se previene en
sus lugares.
Tercera. Resolver
cualquiera duda, de hecho o de derecho, que ocurra en orden a la sucesión a la
Corona.
Cuarta. Elegir
Regencia o Regente del Reino cuando lo previene la Constitución, y señalar las
limitaciones con que la Regencia o el Regente han de ejercer la autoridad Real.
Quinta. Hacer el
reconocimiento público del Príncipe de Asturias.
Sexta. Nombrar tutor
al Rey menor, cuando lo previene la Constitución.
Séptima. Aprobar
antes de su ratificación los tratados de alianza ofensiva, los de subsidios y
los especiales de comercio.
Octava. Conceder o
negar la admisión de tropas extranjeras en el Reino.
Novena. Decretar la
creación y supresión de plazas en los Tribunales que establece la Constitución,
e igualmente la creación y supresión de los oficios públicos.
Décima. Fijar todos
los años, a propuesta del Rey, las fuerzas de tierra y de mar, determinando las
que se hayan de tener en pie en tiempo de paz, y su aumento en tiempo de
guerra.
Undécima. Dar
ordenanzas al ejército, armada y milicia nacional en todos los ramos que los
constituyen.
Duodécima. Fijar los
gastos de la administración pública.
Décimotercera.
Establecer anualmente las contribuciones e impuestos.
Décimocuarta. Tomar
caudales a préstamo en casos de necesidad sobre el crédito de la Nación.
Décimoquinta. Aprobar
el repartimiento de las contribuciones entre las provincias.
Décimosexta. Examinar
y aprobar las cuentas de la inversión de los caudales públicos.
Décimoséptima.
Establecer las aduanas y aranceles de derechos.
Décimoctava. Disponer
lo conveniente para la administración, conservación y enajenación de los bienes
nacionales.
Décimanona.
Determinar el valor, pero, ley, tipo y denominación de las monedas.
Vigésima. Adoptar el
sistema que se juzgue más cómodo y justo de pesos y medidas.
Vigésimaprima.
Promover y fomentar toda especie de industria, y remover los obstáculos que la
entorpezcan.
Vigésimasegunda.
Establecer el plan general de enseñanza pública en toda la Monarquía, y aprobar
el que se forme para la educación del Príncipe de Asturias.
Vigésimatercia.
Aprobar los reglamentos generales para la policía y sanidad del Reino.
Vigésimacuarta.
Proteger la libertad política de la imprenta.
Vigésimaquinta. Hacer
efectiva la responsabilidad de los Secretarios del Despacho y demás empleados
públicos.
Vigésimasexta. Por
último, pertenece a las Cortes dar o negar su consentimiento en todos aquellos
casos y actos para los que se previene en la Constitución ser necesario.
CAPÍTULO VIII
De la formación de
las leyes y de la sanción Real.
Art. 132.
Todos Diputado tiene
la facultad de proponer a las Cortes los proyectos de ley, haciéndolo por
escrito, y exponiendo las razones en que se funde.
Art. 133.
Dos días, a lo menos,
después de presentado y leído el proyecto de ley, se leerá por segunda vez, y
las Cortes deliberarán si se admite o no a discusión.
Art. 134.
Admitido a discusión,
si la gravedad del asunto requiriese, a juicio de las Cortes, que pase
previamente a una Comisión, se ejecutará así.
Art. 135.
Cuatro días, a lo
menos, después de admitido a discusión el proyecto, se leerá tercera vez, y se
podrá señalar día para abrir la discusión.
Art. 136.
Llegado el día
señalado para la discusión, abrazará ésta el proyecto en su totalidad, y en
cada uno de sus artículos.
Art. 137.
Las Cortes decidirán
cuándo la materia está suficientemente discutida, y decidido que lo está, se
resolverá si ha lugar o no a la
votación.
Art. 138.
Decidido que ha lugar
a la votación, se procederá a ella inmediatamente, admitiendo o desechando en
todo o en parte el proyecto, o variándole y modificándole, según las
observaciones que se hayan hecho en la discusión.
Art. 139.
La votación se hará a
pluralidad absoluta de votos, y para proceder a ella, será necesario que se
hallen presentes, a lo menos, la mitad y uno más de la totalidad de los
Diputados que deben componer las Cortes.
Art. 140.
Si las Cortes
desecharen un proyecto de ley en cualquier estado de su examen, o resolvieren
que no debe procederse a la votación, no podrá volver a proponerse en el mismo
año.
Art. 141.
Si hubiere sido
adoptado, se extenderá por duplicado en forma de ley, y se leerá en las Cortes;
hecho lo cual, y firmados ambos originales por el Presidente y dos Secretarios,
serán presentados inmediatamente al Rey por una Diputación.
Art. 142.
El Rey tiene la
sanción de las leyes.
Art. 143.
Da el Rey la sanción
por esta fórmula, firmada de su mano:
“Publíquese como
ley”.
Art. 144.
Niega el Rey la
sanción por esta fórmula igualmente firmada de su mano: “Vuelva a las Cortes”;
acompañado al mismo tiempo una exposición de las razones que ha tenido para
negarla.
Art. 145.
Tendrá el Rey treinta
días para usar de esta prerrogativa: si dentro de ellos no hubiere dado o
negado la sanción, por el mismo hecho se entenderá que la ha dado, y la dará en
efecto.
Art. 146.
Dada o negada la
sanción por el Rey, devolverá a las Cortes uno de los originales con la fórmula
respectiva, para darse cuenta en ellas. Este original se conservará en el
archivo de las Cortes, y el duplicado quedará en poder del Rey.
Art. 147.
Si el Rey negare la
sanción, no se volverá a tratar del mismo asunto en las Cortes de aquel año;
pero podrá hacerse en las del siguiente.
Art. 148.
Si en las Cortes del
siguiente año fuere de nuevo propuesto, admitido y aprobado el mismo proyecto,
presentado que sea al Rey, podrá dar la sanción, o negarla segunda vez en los
términos de los artículos 143 y 144, y en el último caso, no se tratará del
mismo asunto en aquel año.
Art. 149.
Si de nuevo fuere por
tercera vez propuesto, admitido y aprobado el mismo proyecto en las Cortes del
siguiente año, por el mismo hecho se entiende que el Rey da la sanción, y
presentándosele, la dará en efecto por medio de la fórmula expresada en el art.
143.
Art. 150.
Si antes de que
expire el término de treinta días en que el Rey ha de dar o negar la sanción,
llegare el día en que las Cortes han de terminar sus sesiones, el Rey la dará o
negará en los ocho primeros de las sesiones de las siguientes Cortes, y si este
término pasare sin haberla dado, por esto mismo se entenderá dada, y la dará en
efecto en la forma prescrita; pero si el Rey negare la sanción, podrán estas
Cortes tratar del mismo proyecto.
Art. 151.
Aunque después de
haber negado el Rey la sanción a un proyecto de ley se pasen alguno o algunos
años sin que se proponga el mismo proyecto, como vuelva a suscitarse en el
tiempo de la misma diputación, que le adoptó por la primera vez, o en el de las
dos diputaciones que inmediatamente la subsigan, se entenderá siempre el mismo
proyecto para los efectos de la sanción del Rey, de que tratan los tres
artículos precedentes; pero si en la duración de las tres diputaciones
expresadas no volviere a proponerse, aunque después se reproduzca en los
propios términos, se tendrá por proyecto nuevo para los efectos indicados.
Art. 152.
Si la segunda o
tercera vez que se propone el proyecto dentro del término que prefija el
artículo precedente, fuere desechado por las Cortes, en cualquier tiempo que se
reproduzca después, se tendrá por nuevo proyecto.
Art. 153.
Las leyes se derogan
con las mismas formalidades y por los mismos trámites que se establecen.
CAPÍTULO IX
De la promulgación de las leyes.
Art. 154.
Publicada la ley en
las Cortes, se dará de ello aviso al Rey, para que se proceda inmediatamente a
su promulgación solemne.
Art. 155.
El Rey, para
promulgar las leyes, usará de la fórmula siguiente: N. (el nombre del Rey) por
la gracia de Dios y por la Constitución de la Monarquía española, Rey de las
Españas, a todos los que las presentes vieren y entendieren; sabed: Que las
Cortes han decretado, y Nos sancionamos lo siguiente: (Aquí el texto literal de
la ley.) por tanto, mandamos a todos los tribunales, justicias, jefes,
gobernadores y demás autoridades, así civiles como militares y eclesiásticas,
de cualquiera clase y dignidad, que guarden y hagan guardar, cumplir y ejecutar
la presente ley en todas sus partes. Tendréislo entendido para su cumplimiento,
y dispondréis se imprima, publique y circule. (Va dirigida al Secretario del
Despacho respectivo.)
Art. 156.
Todas las leyes se
circularán de mandato del Rey por los respectivos Secretarios del Despacho
directamente a todos y cada uno de los Tribunales Supremos y de las provincias,
y demás jefes y autoridades superiores, que las circularán a las subalternas.
CAPÍTULO X
De la Diputación
permanente de Cortes.
Art. 157.
Antes de separarse
las Cortes nombrarán una diputación que se llamará Diputación permanente de
Cortes, compuesta de siete individuos de su seno, tres de las provincias de Europa
y tres de las de Ultramar, y el séptimo saldrá por suerte entre un Diputado de
Europa y otro de Ultramar.
Art. 158.
Al mismo tiempo
nombrarán las Cortes dos suplentes para esta diputación, uno de Europa y otro
de Ultramar.
Art. 159.
La Diputación
permanente durará de unas Cortes ordinarias a otras.
Art. 160.
Las facultades de
esta diputación son:
Primera. Velar sobre
la observancia de la Constitución y de las leyes, para dar cuenta a las
próximas Cortes de las infracciones que hayan notado.
Segunda. Convocar a
Cortes extraordinarias en los casos prescritos por la Constitución.
Tercera. Desempeñar
las funciones que se señalan en los artículos 111 y 112.
Cuarta. Pasar aviso a
los Diputados suplentes para que concurran en lugar de los propietarios; y si
ocurriere el fallecimiento o imposibilidad absoluta de propietarios y suplentes
de una provincia, comunicar las correspondientes órdenes a la misma, para que
proceda a nueva elección.
CAPÍTULO XI
De las Cortes
extraordinarias.
Art. 161.
Las Cortes
extraordinarias se compondrán de los mismos Diputados que forman las ordinarias
durante los dos años de su diputación.
Art. 162.
La Diputación
permanente de Cortes las convocará con señalamiento el día en los tres casos
siguientes:
Primero. Cuando vacare
la Corona.
Segundo. Cuando el
Rey se imposibilitare de cualquiera modo para el gobierno, o quiera abdicar la
Corona en el sucesor; estando autorizada en el primer caso la diputación para
tomar todas las medidas que estime convenientes, a fin de asegurarse de la
inhabilidad del Rey.
Tercero. Cuando en
circunstancias críticas y por negocios arduos tuviere el Rey por conveniente
que se congreguen, y lo participare así a la Diputación permanente de Cortes.
Art. 163.
Las Cortes
extraordinarias no entenderán sino en el objeto para que han sido convocadas.
Art. 164.
Las sesiones de las
Cortes extraordinarias comenzarán y se terminarán con las mismas formalidades
que las ordinarias.
Art. 165.
La celebración de las
Cortes extraordinarias no estorbará la elección de nuevos Diputados en el
tiempo prescrito.
Art. 166.
Si las Cortes
extraordinarias no hubieren concluido sus sesiones en el día señalado para la
reunión de las ordinarias, cesarán las primeras en sus funciones, y las
ordinarias continuarán el negocio para que aquéllas fueron convocadas.
Art. 167.
La Diputación
permanente de Cortes continuará en las funciones que le están señaladas en los
artículos 111 y 112, en el caso comprendido en el artículo precedente.
TÍTULO IV
DEL REY
CAPÍTULO PRIMERO
De la inviolabilidad del Rey y de su autoridad.
Art. 168.
La persona del Rey es
sagrada e inviolable, y no está sujeta a responsabilidad.
Art. 169.
El Rey tendrá el
tratamiento de Majestad Católica.
Art. 170.
La potestad de hacer
ejecutar las leyes reside exclusivamente en el
Rey, y su autoridad
de extiende a todo cuanto conduce a la conservación del orden público en lo
interior, y a la seguridad del Estado en lo exterior, conforme a la
Constitución y a las leyes.
Art. 171.
Además de la prerrogativa
que compete al Rey de sancionar las leyes y promulgarlas, le corresponden como
principales las facultades siguientes:
Primera. Expedir los
decretos, reglamentos e instrucciones que crea conducentes para la ejecución de
las leyes.
Segunda. Cuidar de
que en todo el reino se administre pronta y cumplidamente la justicia.
Tercera. Declarar la
guerra, y hacer y ratificar la paz, dando después cuenta documentada a las
Cortes.
Cuarta. Nombrar los
magistrados de todos los tribunales civiles y criminales, a propuesta del
Consejo de Estado.
Quinta. Proveer todos
los empleos civiles y militares.
Sexta. Presentar para
todos los obispados y para todas las dignidades y beneficios eclesiásticos de
real patronato, a propuesta del Consejo de Estado.
Séptima. Conceder
honores y distinciones de toda clase, con arreglo a las leyes.
Octava. Mandar los
ejércitos y armadas y nombrar los generales.
Novena. Disponer de
la fuerza armada, distribuyéndola como más convenga.
Décima. Dirigir las
relaciones diplomáticas y comerciales con las demás potencias, y nombrar los
embajadores, ministros y cónsules.
Undécima. Cuidar de
la fabricación de la moneda, en la que se pondrá su busto y su nombre.
Duodécima. Decretar
la inversión de los fondos destinados a cada uno de los ramos de la
administración pública.
Décimatercia.
Indultar a los delincuentes, con arreglo a las leyes.
Décimacuarta. Hacer a
las Cortes las propuestas de leyes o de reformas que crea conducentes al bien
de la Nación, para que deliberen en la forma prescrita.
Décimaquinta.
Conceder el pase, o retener los decretos conciliares y bulas pontificias con el
consentimiento de las Cortes, si contienen disposiciones generales, oyendo al
Consejo de Estado, si versan sobre negocios particulares o gubernativos, y si
contienen puntos contenciosos, pasando su conocimiento y decisión al Supremo
Tribunal de justicia para que resuelva con arreglo a las leyes.
Décimasexta. Nombrar
y separar libremente los Secretarios de Estado y del Despacho.
Art. 172.
Las restricciones de
la autoridad del Rey son las siguientes:
Primera. No puede el
Rey impedir, bajo ningún pretexto, la celebración de las Cortes en las épocas y
casos señalados por la Constitución, ni suspenderlas ni disolverlas, ni en
manera alguna embarazar sus sesiones y deliberaciones. Los que le aconsejasen o
auxiliasen en cualquier tentativa para estos actos, son declarados traidores y
serán perseguidos como tales.
Segunda. No puede el
Rey ausentarse del Reino sin consentimiento de las Cortes, y si lo hiciere, se
entiende que ha abdicado la Corona.
Tercera. No puede el
Rey enajenar, ceder, renunciar, o en cualquiera manera traspasar a otro la
autoridad real, ni alguna de sus prerrogativas. Si por cualquiera causa
quisiere abdicar el trono en el inmediato sucesor, no lo podrá hacer sin el
consentimiento de las Cortes.
Cuarta. No puede el
Rey enajenar, ceder o permutar provincia, ciudad, villa o lugar, ni parte
alguna, por pequeña que sea, del territorio español.
Quinta. No puede el
Rey hacer alianza ofensiva, ni tratado especial de comercio con ninguna
potencia extranjera, sin el consentimiento de las Cortes.
Sexta. No puede
tampoco obligarse por ningún tratado a dar subsidios a ninguna potencia
extranjera sin el consentimiento de las Cortes.
Séptima. No puede el
Rey ceder ni enajenar los bienes nacionales sin consentimiento de las Cortes.
Octava. No puede el
Rey imponer por sí, directa ni indirectamente, contribuciones, ni hacer pedidos
bajo cualquier nombre o para cualquier objeto que sea, sino que siempre los han
de decretar las Cortes.
Novena. No puede el
Rey conceder privilegio exclusivo a persona ni corporación alguna.
Décima. No puede el
Rey tomar la propiedad de ningún particular ni corporación, ni turbarle en la
posesión, uso y aprovechamiento de ella, y si en algún caso fuere necesario
para un objeto de conocida utilidad común tomar la propiedad de un particular,
no lo podrá hacer sin que al mismo tiempo sea indemnizado y se le dé el buen
cambio a bien vista de hombres buenos.
Undécima. No puede el
Rey privar a ningún individuo de su libertad, ni imponerle por sí pena alguna.
El Secretario del Despacho que firme la orden, y el Juez que la ejecute, serán
responsables a la Nación, y castigados como reos de atentado contra la libertad
individual. Sólo en caso de que el bien y seguridad del Estado exijan el
arresto de alguna persona, podrá el Rey expedir órdenes al efecto; pero con la
condición de que dentro de cuarenta y ocho horas deberá hacerla entregar a
disposición del tribunal o juez competente.
Duodécima. El Rey,
antes de contraer matrimonio, dará parte a las Cortes, para obtener su
consentimiento, y si no lo hiciere, entiéndese que abdica la Corona.
Art. 173.
El Rey, en su
advenimiento al trono, y si fuere menor, cuando entre a gobernar el Reino, prestará
juramento ante las Cortes bajo la fórmula siguiente:
“N. (aquí su nombre),
por la gracia de Dios y la Constitución de la Monarquía española, Rey de las
Españas; juro por Dios y por los Santos Evangelios que defenderé y conservaré
la religión Católica, Apostólica, Romana, sin permitir otra alguna en el Reino;
que guardaré y haré guardar la Constitución política y leyes de la Monarquía
española, no mirando en cuanto hiciere sino al bien y provecho de ella; que no
enajenaré, cederé ni desmembraré parte alguna del Reino; que no exigiré jamás
cantidad alguna de frutos, dinero ni otra cosa, sino las que hubieren decretado
las Cortes; que no tomaré jamás a nadie su propiedad, y que respetaré sobre
todo la libertad política de la Nación y la personal de cada individuo; y si en
lo que he jurado, o parte de ello, lo contrario hiciere, no debo ser obedecido,
antes aquello en que contraviniere, sea nulo y de ningún valor. Así, Dios me
ayude y sea en mi defensa, y si no, me lo demande.”
CAPÍTULO II
De la sucesión a la corona
Art. 174.
El Reino de las
Españas es indivisible, y sólo se sucederá en el trono perpetuamente desde la
promulgación de la Constitución por el orden regular de primogenitura y
representación entre los descendientes legítimos, varones y hembras, de las
líneas que se expresarán.
Art. 175.
No pueden ser Reyes
de las Españas sino los que sean hijos legítimos habidos en constante y
legítimo matrimonio.
Art. 176.
En el mismo grado y
línea los varones prefieren a las hembras, y siempre el mayor al menor; pero
las hembras de mejor línea, o de mejor grado en la misma línea, prefieren a los
varones de línea o grado posterior.
Art. 177.
El hijo o hija del
primogénito del Rey, en el caso de morir su padre sin haber entrado en la
sucesión del Reino, prefiere a los tíos, y sucede inmediatamente al abuelo por
derecho de representación.
Art. 178.
Mientras no se
extingue la línea en que está radicada la sucesión, no entra la inmediata.
Art. 179.
El Rey de las Españas
es el Señor Don Fernando VII de Borbón, que actualmente reina.
Art. 180.
A falta del Señor Don
Fernando VII de Borbón, sucederán sus descendientes legítimos, así varones como
hembras; a falta de éstos, sucederán sus hermanos, y tíos hermanos de su padre,
así varones como hembras, y los descendientes legítimos de éstos por el orden
que queda prevenido, guardando en todos el derecho de representación y la
preferencia de las líneas anteriores a las posteriores.
Art. 181.
Las Cortes deberán
excluir de la sucesión aquella persona o personas que sean incapaces para
gobernar, o hayan hecho cosa por que merezcan perder la Corona.
Art. 182.
Si llegaren a
extinguirse todas las líneas que aquí se señalan, las Cortes harán nuevos
llamamientos, como vean que más importa a la Nación, siguiendo siempre el orden
y reglas de suceder aquí establecidas.
Art. 183.
Cuando la Corona haya
de recaer inmediatamente o haya recaído en hembra, no podrá ésta elegir marido
sin consentimiento de las Cortes, y si lo contrario hiciere, se entiende que
abdica la Corona.
Art. 184.
En el caso en que
llegue a reinar una hembra, su marido no tendrá autoridad ninguna respecto del
Reino, ni parte alguna en el Gobierno.
CAPÍTULO III
De la menor edad del Rey, y de la Regencia.
Art. 185.
El Rey es menor de
edad hasta los diez y ocho años cumplidos.
Art. 186.
Durante la menor edad
del Rey será gobernado el Reino por una Regencia.
Art. 187.
Lo será igualmente
cuando el Rey se halle imposibilitado de ejercer su autoridad por cualquier
causa física o moral.
Art. 188.
Si el impedimento del
Rey pasare de dos años, y el sucesor inmediato fuere mayor de diez y ocho, las
Cortes podrán nombrarle Regente del Reino en lugar de la Regencia.
Art. 189.
En los casos en que
vacare la Corona, siendo el Príncipe de Asturias menor de edad, hasta que se
junten las Cortes extraordinarias, si no se hallaren reunidas las ordinarias,
la Regencia provisional se compondrá de la Reina madre, si la hubiere, de dos
Diputados de la Diputación permanente de las Cortes, los más antiguos por orden
de su elección en la diputación, y de dos Consejeros del Consejo de Estado, los
más antiguos, a saber: el decano y el que le siga, si no hubiere Reina madre,
entrará en la Regencia el Consejero de Estado tercero en antigüedad.
Art. 190.
La Regencia provisional
será presidida por la Reina madre, si la hubiere, y, en su defecto, por el
individuo de la Diputación permanente de Cortes que sea primer nombrado en
ella.
Art. 191.
La Regencia
provisional no despachará otros negocios que los que no admitan dilación, y no
removerá ni nombrará empleados sino interinamente.
Art. 192.
Reunidas las Cortes
extraordinarias, nombrarán una Regencia, compuesta de tres o cinco personas.
Art. 193.
Para poder ser
individuo de la Regencia se requiere ser ciudadano en el ejercicio de sus
derechos, quedando excluidos los extranjeros, aunque tengan carta de
ciudadanos.
Art. 194.
La Regencia será
presidida por aquel de sus individuos que las Cortes designaren, tocando a
éstas establecer, en caso necesario, si ha de haber o no turno en la
presidencia, y en qué términos.
Art. 195.
La Regencia ejercerá
la autoridad del Rey en los términos que estimen las Cortes.
Art. 196.
Una y otra Regencia
prestarán juramento según la fórmula prescrita en el artículo 173, añadiendo la
cláusula de que serán fieles al Rey, y la Regencia permanente añadirá, además,
que observará las condiciones que le hubieren impuesto las Cortes para el
ejercicio de su autoridad, y que cuando llegue el Rey a ser mayor, o cese la
imposibilidad, le entregará el Gobierno del Reino, bajo la pena, si un momento
lo dilata, de ser sus individuos habidos y castigados como traidor es.
Art. 197.
Todos los actos de la
Regencia se publicarán en nombre del Rey.
Art. 198.
Será tutor del Rey
menor la persona que el Rey difunto hubiere nombrado en su testamento. Si no lo
hubiere nombrado, será tutora la Reina madre, mientras permanezca viuda. En su
defecto, será nombrado el tutor por las Cortes. En el primero y tercer caso, el
tutor deberá ser natural del Reino.
Art. 199.
La Regencia cuidará
de que la educación del Rey menor sea la más conveniente al grande objeto de su
alta dignidad, y que se desempeñe conforme al plan que aprobaren las Cortes.
Art. 200.
Estas señalarán el
sueldo que hayan de gozar los individuos de la Regencia.
CAPÍTULO IV
De la familia Real y del reconocimiento del Príncipe de Asturias.
Art. 201.
El hijo primogénito
del Rey se titulará Príncipe de Asturias.
Art. 202.
Los demás hijos e
hijas del Rey serán y se llamarán Infantes de las Españas.
Art. 203.
Asimismo serán y se
llamarán Infantes de las Españas los hijos e hijas del Príncipe de Asturias.
Art. 204.
A estas personas
precisamente estará limitada la calidad de Infante de las Españas, sin que
pueda extenderse a otras.
Art. 205.
Los Infantes de las
Españas gozarán de las distinciones y honores que han tenido hasta aquí, y
podrán ser nombrados para toda clase de destinos, exceptuados los de judicatura
y la diputación de Cortes.
Art. 206.
El Príncipe de
Asturias no podrá salir del Reino sin consentimiento de las Cortes, y si
saliere sin él, quedará por el mismo hecho excluido del llamamiento a la
Corona.
Art. 207.
Lo mismo se
entenderá, permaneciendo fuera del Reino por más tiempo que el reflejado en el
permiso, si requerido para que vuelva, no lo verificare dentro del término que
las Cortes señalen.
Art. 208.
El Príncipe de
Asturias, los Infantes e Infantas y sus hijos y descendientes que sean súbditos
del Rey, no podrán contraer matrimonio sin su consentimiento y el de las
Cortes, bajo la pena de ser excluido del llamamiento a la Corona.
Art. 209.
De las partidas de
nacimiento, matrimonio y muerte de todas las personas de la familia Real, se
remitirá una copia auténtica a las Cortes, y en su defecto a la Diputación
permanente, para que se custodie en su archivo.
Art. 210.
El Príncipe de
Asturias será reconocido por las Cortes con las formalidades que prevendrá el
reglamento del Gobierno interior de ellas.
Art. 211.
Este reconocimiento
se hará en las primeras Cortes que se celebren después de su nacimiento.
Art. 212.
El Príncipe de
Asturias, llegando a la edad de catorce años, prestará juramento ante las
Cortes bajo la fórmula siguiente: “N. (aquí el nombre), Príncipe de Asturias,
juro por Dios y por los Santos Evangelios, que defenderé y conservaré la
religión Católica, Apostólica, Romana, sin permitir otra alguna en el Reino;
que guardaré la Constitución política de la Monarquía española, y que seré fiel
y obediente al Rey. Así, Dios me ayude.”
CAPÍTULO V
De la dotación de la familia Real
Art. 213.
Las Cortes señalarán
al Rey la dotación anual de su casa, que sea correspondiente a la alta dignidad
de su persona.
Art. 214.
Pertenecen al Rey
todos los Palacios Reales que han disfrutado sus predecesores, y las Cortes
señalarán los terrenos que tengan por conveniente reservar para el recreo de su
persona.
Art. 215.
Al Príncipe de
Asturias, desde el día de su nacimiento, y a los Infantes e Infantas, desde que
cumplan siete años de edad, se asignará por las Cortes, para sus alimentos, la
cantidad anual correspondiente a su respectiva dignidad.
Art. 216.
A las Infantas, para
cuando casaren, señalarán las Cortes la cantidad que estimen en calidad de
dote, y entregada ésta, cesarán los alimentos anuales.
Art. 217.
A los Infantes, si
casaren mientras residan en las Españas, se les continuarán los alimentos que
les estén asignados, y si casaren y residieren fuera, cesarán los alimentos, y
se les entregará por una vez la cantidad que las Cortes señalen.
Art. 218.
Las Cortes señalarán los
alimentos anuales que hayan de darse a la Reina viuda.
Art. 219.
Los sueldos de los
individuos de la Regencia se tomarán de la dotación señalada a la casa del Rey.
Art. 220.
La dotación de la
casa del Rey y los alimentos de su familia, de que hablan los artículos
precedentes, se señalarán por las Cortes al principio de cada reinado, y no se
podrán alterar durante él.
Art. 221.
Todas estas
asignaciones son de cuenta de la tesorería nacional, por la que serán
satisfechas al administrador que el Rey nombrare, con el cual se entenderán las
acciones activas y pasivas que por razón de intereses puedan promoverse.
CAPÍTULO VI
De los Secretarios de Estado y del Despacho.
Art. 222.
Los Secretarios del
Despacho serán siete, a saber:
El Secretario del
Despacho del Estado.
El Secretario del
Despacho de la Gobernación del Reino para la Península e islas adyacentes.
El Secretario del
Despacho de la Gobernación del Reino para Ultramar.
El Secretario del
Despacho de Gracia y Justicia.
El Secretario del
Despacho de Hacienda.
El Secretario del
Despacho de Guerra.
El Secretario del
Despacho de Marina.
Las Cortes sucesivas
harán en este sistema de Secretarías del Despacho la variación que la
experiencia o las circunstancias exijan.
Art. 223.
Para ser Secretario
de Despacho se requiere ser ciudadano en el ejercicio de sus derechos, quedando
excluidos los extranjeros, aunque tengan carta de ciudadanos.
Art. 224.
Por un reglamento
particular aprobado por las Cortes se señalarán a cada Secretaría los negocios
que deban pertenecerle.
Art. 225.
Todas las órdenes del
Rey deberán ir firmadas por el Secretario del Despacho del ramo a que el asunto
corresponda.
Ningún Tribunal ni
persona pública dará cumplimiento a la orden que carezca de este requisito.
Art. 226.
Los Secretarios del
Despacho serán responsables a las Cortes de las órdenes que autoricen contra la
Constitución o las leyes, sin que les sirva de excusa haberlo mandado el Rey.
Art. 227.
Los Secretarios de
Despacho formarán los presupuestos anuales de los gastos de la Administración
pública, que se estime deban hacerse por su respectivo ramo, y rendirán cuentas
de los que se hubieren hecho, en el modo que se expresará.
Art. 228.
Para hacer efectiva
la responsabilidad de los Secretarios del Despacho, decretarán ante todas cosas
las Cortes que ha lugar a la formación de causa.
Art. 229.
Dado este decreto,
quedará suspenso el Secretario del Despacho, y las Cortes remitirán al Tribunal
Supremo de Justicia todos los documentos concernientes a la causa que haya de
formarse por el mismo Tribunal, quien la sustanciará y decidirá con arreglo a
las leyes.
Art. 230.
Las Cortes señalarán
el sueldo que deban gozar los Secretarios del Despacho durante su encargo.
CAPÍTULO VII
Del Consejo de Estado.
Art. 231.
Habrá un Consejo de
Estado compuesto de cuarenta individuos, que sean ciudadanos en el ejercicio de
sus derechos, quedando excluidos los extranjeros, aunque tengan carta de
ciudadanos.
Art. 232.
Estos serán
precisamente en la forma siguiente, a saber: cuatro eclesiásticos, y no más, de
conocida y probada ilustración y merecimiento, de los cuales dos serán Obispos;
cuatro Grandes de España, y no más, adornados de las virtudes, talento y
conocimientos necesarios, y los restantes serán elegidos de entre los sujetos
que más se hayan distinguido por su ilustración y conocimientos, o por sus
señalados servicios en alguno de los principales ramos de la administración y
gobierno del Estado. Las Cortes no podrán proponer para estas plazas a ningún
individuo que sea Diputado de Cortes al tiempo de hacerse la elección. De los
individuos del Consejo de Estado, doce, a lo menos, serán nacidos en las
provincias de Ultramar.
Art. 233.
Todos los Consejeros
de Estado serán nombrados por el Rey, a propuesta de las Cortes.
Art. 234.
Para la formación de
este Consejo se dispondrá en las Cortes una lista triple de todas las clases
referidas, en la proporción indicada, de la cual el Rey elegirá los cuarenta
individuos que han de componer el Consejo de Estado, tomando los eclesiásticos
de la lista de su clase, los Grandes de la suya, y así los demás.
Art. 235.
Cuando ocurriere
alguna vacante en el Consejo de Estado, las Cortes primeras que se celebren
presentarán al Rey tres personas de la clase que se hubiere verificado, para
que elija la que le pareciere.
Art. 236.
El Consejo de Estado
es el único Consejo del Rey que oirá su dictamen en los asuntos graves
gubernativos, y señaladamente para dar o negar la sanción a las leyes, declarar
la guerra y hacer los tratados.
Art. 237.
Pertenecerá a este
Consejo hacer al Rey la propuesta por ternas para la presentación de todos los
beneficios eclesiásticos y para la provisión de las plazas de judicatura.
Art. 238.
El Rey formará un
reglamento para el gobierno del Consejo de Estado, oyendo previamente al mismo;
y se presentará a las Cortes para su aprobación.
Art. 239.
Los Consejeros de
Estado no podrán ser removidos sin causa justificada ante el Tribunal Supremo
de Justicia.
Art. 240.
Las Cortes señalarán
el sueldo que deban gozar los Consejeros de Estado.
Art. 241.
Los Consejeros de
Estado, al tomar posesión de sus plazas, harán en manos del Rey juramento de
guardar la Constitución, ser fieles al Rey, y aconsejarle lo que entendieren
ser conducente al bien de la Nación, sin mira particular ni interés privado.
TÍTULO V
DE LOS TRIBUNALES Y DE LA ADMINISTRACIÓN DE JUSTICIA EN LO CIVIL Y
EN LO CRIMINAL
CAPÍTULO PRIMERO
De los Tribunales.
Art. 242.
La potestad de
aplicar las leyes en las causas civiles y criminales pertenece exclusivamente a
los Tribunales.
Art. 243.
Ni las Cortes ni el
Rey podrán ejercer en ningún caso las funciones judiciales, avocar causas
pendientes, ni mandar abrir los juicios fenecidos.
Art. 244.
Las leyes señalarán
el orden y las formalidades del proceso, que serán uniformes en todos los
Tribunales, y ni las Cortes ni el Rey podrán dispensarlas.
Art. 245.
Los Tribunales no
podrán ejercer otras funciones que las de juzgar y hacer que se ejecute lo
juzgado.
Art. 246.
Tampoco podrán
suspender la ejecución de las leyes ni hacer reglamento alguno para la
administración de justicia.
Art. 247.
Ningún español podrá
ser juzgado en causas civiles ni criminales por ninguna Comisión, sino por el
tribunal competente, determinado con anterioridad por la ley.
Art. 248.
En los negocios
comunes, civiles y criminales no habrá más que un solo fuero para toda clase de
personas.
Art. 249.
Los eclesiásticos
continuarán gozando del fuero de su estado, en los términos que prescriben las
leyes o que en adelante prescribieren.
Art. 250.
Los militares gozarán
también de fuero particular, en los términos que previene la ordenanza o en
adelante previniere.
Art. 251.
Para ser nombrado
magistrado o juez se requiere haber nacido en el territorio español, y ser
mayor de veinticinco años. Las demás calidades que respectivamente deban éstos
tener, serán determinadas por las leyes.
Art. 252.
Los magistrados y
jueces no podrán ser depuestos en sus destinos, sean temporales o perpetuos,
sino por causa legalmente probada y sentenciada, ni suspendidos, sino por
acusación legalmente intentada.
Art. 253.
Si al Rey llegaren
quejas contra algún magistrado, y formado expediente, parecieren fundadas,
podrá, oído el Consejo de Estado, suspenderle, haciendo pasar inmediatamente el
expediente al Supremo Tribunal de Justicia, para que juzgue con arreglo a las
leyes.
Art. 254.
Toda falta de
observancia de las leyes que arreglan el proceso en lo civil y en lo criminal,
hace responsables personalmente a los jueces que la cometieren.
Art. 255.
El soborno, el
cohecho y la prevaricación de los magistrados y jueces producen acción popular
contra los que los cometan.
Art. 256.
Las Cortes señalarán
a los magistrados y jueces de letras una dotación competente.
Art. 257.
La justicia se administrará
en nombre del Rey, y las ejecutorias y provisiones de los Tribunales superiores
se encabezarán también en su nombre.
Art. 258.
El Código civil y
criminal y el de comercio serán unos mismos para toda la Monarquía, sin
perjuicio de las variaciones que por particulares circunstancias podrán hacer
las Cortes.
Art. 259.
Habrá en la Corte un
Tribunal, que se llamará Supremo Tribunal de Justicia.
Art. 260.
Las Cortes
determinarán el número de magistrados que han de componerle, y las Salas en que
ha de distribuirse.
Art. 261.
Toca a este Supremo
Tribunal:
Primero. Dirimir
todas las competencias de las Audiencias entre sí en todo el territorio
español, y las de las Audiencias con los Tribunales especiales, que existan en
la Península e islas adyacentes. En Ultramar se dirimirán estas últimas según
lo determinaren las leyes.
Segundo. Juzgar a los
Secretarios de Estado y del Despacho, cuando las Cortes decretaren haber lugar
a la formación de causa.
Tercero. Conocer de
todas las causas de separación y suspensión de los consejeros de Estado y de
los magistrados de las Audiencias.
Cuarto. Conocer de
todas las causas criminales de los Secretarios de Estado y del Despacho, de los
consejeros de Estado y de los magistrados de las Audiencias, perteneciendo al
jefe político más autorizado la instrucción del proceso para remitirlo a este
Tribunal.
Quinto. Conocer de
todas las causas criminales que se promovieren contra los individuos de este
Supremo Tribunal. Si llegare el caso en que sea necesario hacer efectiva la
responsabilidad de este Supremo Tribunal, las Cortes, previa la formalidad
establecida en el artículo 228, procederán a nombrar para este fin un Tribunal
compuesto de nueve jueces, que serán elegidos por suerte de un número doble.
Sexto. Conocer de la
residencia de todo empleado público que esté sujeto a ella por disposición de
las leyes.
Séptimo. Conocer de
todos los asuntos contenciosos pertenecientes al Real patronato.
Octavo. Conocer de
los recursos de fuerza de todos los Tribunales eclesiásticos superiores de la
Corte.
Noveno. Conocer de
los recursos de nulidad que se interpongan contra las sentencias dadas en
última instancia para el preciso efecto de reponer el proceso, devolviéndolo, y
hacer efectiva la responsabilidad de que trata el art. 254. Por lo relativo a
Ultramar, de estos recursos se conocerá en las Audiencias en la forma que se
dirá en su lugar.
Décimo. Oír las dudas
de los demás Tribunales sobre la inteligencia de alguna ley, y consultar sobre
ellas al Rey con los fundamentos que hubiere, para que promueva la conveniente
declaración en las Cortes.
Undécimo. Examinar
las listas de las causas civiles y criminales, que deben remitirle las
Audiencias para promover la pronta administración de justicia, pasar copia de
ellas para el mismo efecto al Gobierno, y disponer su publicación por medio de
la imprenta.
Art. 262.
Todas las causas
civiles y criminales se fenecerán dentro del territorio de cada Audiencia.
Art. 263.
Pertenecerá a las
Audiencias conocer de todas las causas civiles de los Juzgados inferiores de su
demarcación en segunda y tercera instancia, y lo mismo de las criminales, según
lo determinen las leyes; y también de las causas de suspensión y separación de
los jueces inferiores de su territorio, en el modo que prevengan las leyes,
dando cuenta al Rey.
Art. 264.
Los magistrados que
hubieren fallado en la segunda instancia, no podrán asistir a la vista del
mismo pleito en la tercera.
Art. 265.
Pertenecerá también a
las Audiencias conocer de las competencias entre todos los jueces subalternos
de su territorio.
Art. 266.
Les pertenecerá
asimismo conocer de los recursos de fuerza que se introduzcan, de los
Tribunales y autoridades eclesiásticas de su territorio.
Art. 267.
Les corresponderá
también recibir de todos los jueces subalternos de su territorio avisos
puntuales de las causas que se formen por delitos, y listas de las causas
civiles y criminales pendientes en su Juzgado, con expresión del estado de unas
y otras, a fin de promover la más pronta administración de justicia.
Art. 268.
A las Audiencias de
Ultramar les corresponderá además el conocer de los recursos de nulidad,
debiendo éstos interponerse, en aquellas Audiencias que tengan suficiente
número para la formación de tres Salas, en la que no haya conocido de la causa
en ninguna instancia. En las Audiencias que no consten de este número de
ministros, se interpondrán estos recursos de una a otra de las comprendidas en
el distrito de una misma gobernación superior; y en el caso de que en éste no
hubiere más que una Audiencia, irán a la más inmediata de otro distrito.
Art. 269.
Declarada la nulidad,
la Audiencia que ha conocido de ella dará cuenta, con testimonio que contenga
los insertos convenientes, al Supremo Tribunal de Justicia, para hacer efectiva
la responsabilidad de que trata el art. 254.
Art. 270.
Las Audiencias
remitirán cada año al Supremo Tribunal de Justicia listas exactas de las causas
civiles, y cada seis meses de las criminales, así fenecidas como pendientes,
con expresión del estado que éstas tengan, incluyendo las que hayan recibido de
los Juzgados inferiores.
Art. 271.
Se determinará por
leyes y reglamentos especiales el número de los magistrados de las Audiencias,
que no podrán ser menos de siete, la forma de estos Tribunales y el lugar de su
residencia.
Art. 272.
Cuando llegue el caso
de hacerse la conveniente división del territorio español, indicada en el
artículo 11, se determinará con respecto a ella el número de Audiencias que han
de establecerse, y se les señalará territorio.
Art. 273.
Se establecerán
partidos proporcionalmente iguales, y en cada cabeza de partido habrá un juez
de letras con un Juzgado correspondiente.
Art. 274.
Las facultades de
estos jueces se limitarán precisamente a lo contencioso, y las leyes
determinarán las que han de pertenecerles en la capital y pueblos de su
partido, como también hasta de qué cantidad podrán conocer en los negocios
civiles sin apelación.
Art. 275.
En todos los pueblos
se establecerán alcaldes, y las leyes determinarán la extensión de sus
facultades, así en lo contencioso como en lo económico.
Art. 276.
Todos los jueces de
los Tribunales inferiores deberán dar cuenta, a más tardar dentro de tercero
día, a su respectiva Audiencia de las causas que se formen por delitos
cometidos en su territorio, y después continuarán dando cuenta de su estado en
las épocas que la Audiencia les prescriba.
Art. 277.
Deberán asimismo
remitir a la Audiencia respectiva listas generales cada seis meses de las
causas civiles, y cada tres de las criminales, que pendieren en sus Juzgados,
con expresión de su estado.
Art. 278.
Las leyes decidirán
si ha de haber Tribunales especiales para conocer de determinados negocios.
Art. 279.
Los magistrados y
jueces al tomar posesión de sus plazas, jurarán guardar la Constitución, ser
fieles al Rey, observar las leyes y administrar imparcialmente la justicia.
CAPÍTULO II
De la administración de justicia en lo civil.
Art. 280.
No se podrá privar a
ningún español del derecho de terminar sus diferencias por medio de jueces
árbitros, elegidos por ambas partes.
Art. 281.
La sentencia que
dieren los árbitros se ejecutará si las partes, al hacer el compromiso, no
se hubieren reservado
el derecho de apelar.
Art. 282.
El alcalde de cada
pueblo ejercerá en él el oficio de conciliador, y el que tenga que demandar por
negocios civiles o por injurias, deberá presentarse a él con este objeto.
Art. 283.
El alcalde, con dos
hombres buenos, nombrados uno por cada parte, oirá al demandante y al
demandado, se enterará de las razones en que respectivamente apoyen su
intención, y tomará oído el dictamen de los dos asociados, la providencia que
le parezca propia para el fin de terminar el litigio sin más progreso, como se
terminará, en efecto, si las partes se aquietan con esta decisión
extrajudicial.
Art. 284.
Sin hacer constar que
se ha intentado el medio de la conciliación, no se entablará pleito alguno.
Art. 285.
En todo negocio,
cualquiera que sea su cuantía, habrá lo más tres instancias y tres sentencias
definitivas pronunciadas en ellas. Cuando la tercera instancia se interponga de
dos sentencias conformes, el número de jueces que haya de decidirla deberá ser
mayor que el que asistió a la vista de la segunda, en la forma que lo disponga
la ley. A ésta toca también determinar, atendida la entidad de los negocios y
la naturaleza y calidad de los diferentes juicios, qué sentencia ha de ser la
que en cada uno deba causar ejecutoria.
CAPÍTULO III
De la administración
de justicia en lo criminal.
Art. 286.
Las leyes arreglarán
la administración de justicia en lo criminal de manera que el proceso sea
formado con brevedad y sin vicios, a fin de que los delitos sean prontamente
castigados.
Art. 287.
Ningún español podrá
ser preso sin que preceda información sumaria del hecho por el que merezca,
según la ley, ser castigado con pena corporal, y asimismo un mandamiento del
juez por escrito, que se le notificará en el acto mismo de la prisión.
Art. 288.
Toda persona deberá
obedecer estos mandamientos: cualquiera resistencia será reputada delito grave.
Art. 289.
Cuando hubiere
resistencia o se temiere la fuga, se podrá usar de la fuerza para asegurar la
persona.
Art. 290.
El arrestado, antes
de ser puesto en prisión, será presentado al juez, siempre que no haya cosa que
lo estorbe, para que le reciba declaración; mas, si esto no pudiere
verificarse, se le conducirá a la cárcel en calidad de detenido, y el juez le
recibirá la declaración dentro de las veinticuatro horas.
Art. 291.
La declaración del
arrestado será sin juramento, que a nadie ha de tomarse en materias criminales
sobre hecho propio.
Art. 292.
Infraganti, todo
delincuente puede ser arrestado y todos pueden arrestarle y conducirle a la
presencia del juez: presentado o puesto en custodia, se procederá en todo como
se previene en los dos artículos precedentes.
Art. 293.
Si se resolviere que
al arrestado se le ponga en la cárcel, o que permanezca en ella en calidad de
preso, se proveerá auto motivado, y de él se entregará copia al alcaide para
que la inserte en el libro de presos, sin cuyo requisito no admitirá el alcaide
a ningún preso en calidad de tal, bajo la más estrecha responsabilidad.
Art. 294.
Sólo se hará embargo
de bienes cuando se proceda por delitos que llevan consigo responsabilidad
pecuniaria, y en proporción a la cantidad a que ésta pueda extenderse.
Art. 295.
No será llevado a la
cárcel el que dé fiador en los casos en que la ley no prohíba expresamente que
se admita la fianza.
Art. 296.
En cualquier estado
de la causa que aparezca que no puede imponerse al preso pena corporal, se le
pondrá en libertad, dando fianza.
Art. 297.
Se dispondrán las
cárceles de manera que sirvan para asegurar, y no para molestar a los presos;
así, el alcaide tendrá a éstos en buena custodia, y separados los que el juez
mande tener sin comunicación; pero nunca en calabozos subterráneos ni malsanos.
Art. 298.
La ley determinará la
frecuencia con que ha de hacerse la visita de cárceles, y no habrá preso alguno
que deje de presentarse a ella bajo ningún pretexto.
Art. 299.
El juez y el alcaide
que faltaren a lo dispuesto en los artículos precedentes, serán castigados como
reos de detención arbitraria, la que será comprendida como delito en el Código
criminal.
Art. 300.
Dentro de las
veinticuatro horas se manifestará al tratado como reo la causa de su prisión, y
el nombre de su acusador, si lo hubiere.
Art. 301.
Al tomar la confesión
al tratado como reo, se le leerán íntegramente todos los documentos y las
declaraciones de los testigos, con los nombres de éstos; y si por ellos no los
conociere, se le darán cuantas noticias pida para venir en conocimiento de
quiénes son.
Art. 302.
El proceso, de allí
en adelante, será público en el modo y forma que determinen las leyes.
Art. 303.
No se usará nunca del
tormento ni de los apremios.
Art. 304.
Tampoco se impondrá
la pena de confiscación de bienes.
Art. 305.
Ninguna pena que se
imponga, por cualquier delito que sea, ha de ser trascendental por término
ninguno a la familia del que la sufre, sino que tendrá todo su efecto
precisamente sobre el que la mereció.
Art. 306.
No podrá ser allanada
la casa de ningún español, sino en los casos que determine la ley para el buen
orden y seguridad del Estado.
Art. 307.
Si con el tiempo
creyeren las Cortes que conviene haya distinción entre los jueces del hecho y
del derecho, la establecerán en la forma que juzguen conducente.
Art. 308.
Si en circunstancias
extraordinarias la seguridad del Estado exigiese, en toda la Monarquía o en
parte de ella, la suspensión de algunas de las formalidades prescritas en este
capítulo para el arresto de los delincuentes, podrán las Cortes decretarla por
un tiempo determinado.
TÍTULO VI
DEL GOBIERNO INTERIOR
DE LAS PROVINCIAS Y DE LOS PUEBLOS
CAPÍTULO PRIMERO
De los Ayuntamientos.
Art. 309.
Para el gobierno
interior de los pueblos habrá Ayuntamientos compuestos de alcalde o alcaldes,
los regidores y el procurador síndico, y presididos por el jefe político donde
lo hubiere, y en su defecto por el alcalde o el primer nombrado entre éstos, si
hubiere dos.
Art. 310.
Se pondrá
Ayuntamiento en los pueblos que no le tengan y en que convenga le haya, no
pudiendo dejar de haberle en los que por sí o con su comarca lleguen a mil
almas, y también se les señalara término correspondiente.
Art. 311.
Las leyes
determinarán el número de individuos de cada clase de que han de componerse los
Ayuntamientos de los pueblos con respecto a su vecindario.
Art. 312.
Los alcaldes,
regidores y procuradores síndicos se nombrarán por elección en los pueblos,
cesando los regidores y demás que sirvan oficios perpetuos en los
Ayuntamientos, cualquiera que sea su título y denominación.
Art. 313.
Todos los años, en el
mes de Diciembre, se reunirán los ciudadanos de cada pueblo para elegir a
pluralidad de votos, con proporción a su vecindario, determinando número de
electores que residan en el mismo pueblo y estén en el ejercicio de los
derechos de ciudadano.
Art. 314.
Los electores
nombrarán en el mismo mes, a pluralidad absoluta de votos, el alcalde o
alcaldes, regidores y procurador o procuradores síndicos, para que entren a
ejercer sus cargos el 1º. de Enero del siguiente año.
Art. 315.
Los alcaldes se
mudarán todos los años, los regidores por mitad cada año, y lo mismo los
procuradores síndicos donde haya dos: si hubiere sólo uno, se mudará todos los
años.
Art. 316.
El que hubiere
ejercido cualquiera de estos cargos no podrá volver a ser elegido para ninguno
de ellos sin que pasen, por lo menos, dos años, donde el vecindario lo permita.
Art. 317.
Para ser alcalde,
regidor o procurador síndico, además de ser ciudadano en el ejercicio de sus
derechos, se requiere ser mayor de veinticinco años, con cinco, a lo menos, de
vecindad y residencia en el pueblo. Las leyes determinarán las demás calidades
que han de tener estos empleados.
Art. 318.
No podrá ser alcalde,
regidor ni procurador síndico ningún empleado público de nombramiento del Rey
que esté en ejercicio, no entendiéndose comprendidos en esta regla los que
sirvan en las milicias nacionales.
Art. 319.
Todos los empleos
municipales referidos serán carga concejil, de que nadie podrá excusarse sin
causa legal.
Art. 320.
Habrá un secretario
en todo Ayuntamiento, elegido por éste a pluralidad absoluta de votos, y dotado
de los fondos del común.
Art. 321.
Estará a cargo de los
Ayuntamientos:
Primero. La policía
de salubridad y comodidad.
Segundo. Auxiliar al
alcalde en todo lo que pertenezca a la seguridad de las personas y bienes de
los vecinos, y a la conservación del orden público.
Tercero. La
administración e inversión de los caudales de propios y arbitrios, conforme a
las leyes y reglamentos, con el cargo de nombrar depositario bajo
responsabilidad de los que le nombran.
Cuarto. Hacer el
repartimiento y recaudación de las contribuciones, y remitirlas a la Tesorería
respectiva.
Quinto. Cuidar de
todas las escuelas de primeras letras y de los demás establecimientos de
educación que se paguen de los fondos del común.
Sexto. Cuidar de los
hospitales, hospicios, casas de expósitos y demás establecimientos de
beneficencia, bajo las reglas que se prescriban.
Séptimo. Cuidar de la
construcción y reparación de los caminos, calzadas, puentes y cárceles, de los
montes y plantíos del común, y de todas las obras públicas de necesidad,
utilidad y ornato.
Octavo. Formar las
Ordenanzas municipales del pueblo y presentarlas a las Cortes para su
aprobación por medio de la Diputación provincial, que las acompañará con su
informe.
Noveno. Promover la
agricultura, la industria y el comercio, según la localidad y circunstancias de
los pueblos, y cuanto les sea útil y beneficioso.
Art. 322.
Si se ofrecieren
obras u otros objetos de utilidad común, y por no ser suficientes los caudales
de propios, fuere necesario recurrir a arbitrios, no podrán imponerse éstos
sino obteniendo por medio de la Diputación provincial la aprobación de las
Cortes. En el caso de ser urgente la obra u objeto a que se destinen, podrán
los Ayuntamientos usar interinamente de ellos con el consentimiento de la misma
Diputación, mientras recae la resolución de las Cortes. Estos arbitrios se
administrarán en todo como los caudales de propios.
Art. 323. Los
Ayuntamientos desempeñarán todos estos recargos bajo la inspección de la
Diputación provincial, a quien rendirán cuenta justificada cada año de los caudales
públicos que hayan recaudado e invertido.
CAPÍTULO II
Del gobierno político
de las provincias y de las Diputaciones provinciales.
Art. 324.
El gobierno político
de las provincias residirá en el jefe superior, nombrado por el Rey en cada una
de ellas.
Art. 325.
En cada provincia
habrá una Diputación llamada provincial, para promover su prosperidad,
presidida por el jefe superior.
Art. 326.
Se compondrá esta
Diputación del presidente, el intendente y de siete individuos elegidos en la
forma que se dirá, sin perjuicio de que las Cortes, en lo sucesivo, varíen este
número como lo crean conveniente, o lo exijan las circunstancias, hecha que sea
la nueva división de provincias de que trata el art. 11.
Art. 327.
La Diputación
provincial se renovará cada dos años por mitad, saliendo la primera vez el
mayor número, y la segunda el menor, y así sucesivamente.
Art. 328.
La elección de estos
individuos se hará por los electores de partido al otro día de haber nombrado
los Diputados de Cortes, por el mismo orden con que éstos se nombran.
Art. 329.
Al mismo tiempo, y en
la misma forma, se elegirán tres suplentes para cada Diputación.
Art. 330.
Para ser individuo de
la Diputación provincial se requiere ser ciudadano en el ejercicio de sus
derechos, mayor de veinticinco años, natural o vecino de la provincia, con
residencia, a lo menos, de siete años, y que tenga lo suficiente para
mantenerse con decencia, y no podrá serlo ninguno de los empleados de
nombramiento del Rey de que trata el art. 318.
Art. 331.
Para que una misma
persona pueda ser elegida segunda vez, deberá haber pasado, a lo menos, el
tiempo de cuatro años después de haber cesado en sus funciones.
Art. 332.
Cuando el jefe
superior de la provincia no pudiere presidir la Diputación, la presidirá el
intendente, y, en su defecto, el Vocal que fuere primer nombrado.
Art. 333.
La Diputación
nombrará un secretario, dotado de los fondos públicos de la provincia.
Art. 334. Tendrá la
Diputación en cada año, a lo más, noventa días de sesiones, distribuidas en las
épocas que más convenga. En la Península deberán hallarse reunidas las
Diputaciones para el 1º. de Marzo, y en Ultramar para el 1º. de junio.
Art. 335. Tocará a
estas Diputaciones:
Primero. Intervenir y
aprobar el repartimento hecho a los pueblos de las contribuciones que hubieren
cabido a la provincia.
Segundo. Velar sobre
la buena inversión de los fondos públicos de los pueblos y examinar sus
cuentas, para que con su Vº. Bº. recaiga la aprobación superior, cuidando de
que en todo se observen las leyes y reglamentos.
Tercero. Cuidar de
que se establezcan Ayuntamientos donde corresponda los haya, conforme a lo
prevenido en el art. 310.
Cuarto. Si se
ofrecieren obras nuevas de utilidad común de la provincia, o la reparación
de las antiguas,
proponer al Gobierno los arbitrios que crean más convenientes para su
ejecución, a fin de obtener el correspondiente permiso de las Cortes. En
Ultramar, si la urgencia de las obras públicas no permitiese esperar la
resolución de las Cortes, podrá la Diputación, con expreso asenso del Jefe de
la provincia, usar, desde luego, de los arbitrios, dando inmediatamente cuenta
al Gobierno para la aprobación de las Cortes. Para la recaudación de los
arbitrios, la Diputación, bajo su responsabilidad, nombrará depositario, y las
cuentas de la inversión, examinadas por la Diputación, se remitirán al Gobierno
para que las haga reconocer y glosar y, finalmente, las pase a las Cortes para
su aprobación.
Quinto. Promover la
educación de la juventud conforme a los planos aprobados, y fomentar la
agricultura la industria y el comercio, protegiendo a los inventores de nuevos
descubrimientos en cualquiera de estos ramos.
Sexto. Dar parte al
Gobierno de los abusos que noten en la administración de las rentas públicas.
Séptimo. Formar el
censo y la estadística de las provincias.
Octavo. Cuidar de que
los establecimientos piadosos y de beneficencia llenen su respectivo objeto,
proponiendo al Gobierno las reglas que estimen conducentes para la reforma de
los abusos que observaren.
Noveno. Dar parte a
las Cortes de las infracciones de la Constitución que se noten en la provincia.
Décimo. Las
Diputaciones de las provincias de Ultramar velarán sobre la economía, orden y
progresos de las misiones para la conversión de los indios infieles, cuyos
encargados les darán razón de sus operaciones en este ramo, para que se eviten
abusos; todo lo que las Diputaciones pondrán en noticia del Gobierno.
Art. 336.
Si alguna Diputación
abusare de sus facultades, podrá el Rey suspender a los vocales que la
componen, dando parte a las Cortes de esta disposición y de los motivos de ella
para la determinación que corresponda; durante la suspensión entrarán en
funciones los suplentes.
Art. 337.
Todos los individuos
de los Ayuntamientos y de las Diputaciones de provincia, al entrar en el
ejercicio de sus funciones, prestarán juramento, aquéllos en manos del jefe
político, donde le hubiere, o en su defecto del alcalde que fuere primer
nombrado, y éstos en las del jefe superior de la provincia, de guardar la
Constitución política de la Monarquía española, observar las leyes, ser fieles
al Rey y cumplir religiosamente las obligaciones de su cargo.
TÍTULO VII
DE LAS CONTRIBUCIONES
CAPÍTULO ÚNICO:
Art. 338.
Las Cortes
establecerán o confirmarán anualmente las contribuciones, sean directas o
indirectas, generales, provinciales o municipales, subsistiendo las antiguas,
hasta que se publique su derogación o la imposición de otras.
Art. 339.
Las contribuciones se
repartirán entre todos los españoles con proporción a sus facultades, sin
excepción ni privilegio alguno.
Art. 340.
Las contribuciones
serán proporcionadas a los gastos que se decreten por las Cortes para el
servicio público en todos los ramos.
Art. 341.
Para que las Cortes
puedan fijar los gastos en todos los ramos del servicio público y las
contribuciones que deban cubrirlos, el Secretario del Despacho de Hacienda las
presentará, luego que estén reunidas, el presupuesto general de los que se
estimen precisos, recogiendo de cada uno de los demás Secretarios del Despacho
el respectivo a su ramo.
Art. 342.
El mismo Secretario
del Despacho de Hacienda presentará con el presupuesto de gastos el plan de
contribuciones que deban imponerse para llenarlos.
Art. 343.
Si al Rey pareciere
gravosa o perjudicial alguna contribución, lo manifestará a las Cortes por el
Secretario del Despacho de Hacienda, presentando al mismo tiempo la que crea
más conveniente sustituir.
Art. 344.
Fijada la cuota de la
contribución directa, las Cortes aprobarán el repartimiento de ella entre las
provincias, a cada una de las cuales se asignará el cupo correspondiente a su
riqueza, para lo que el Secretario del Despacho de Hacienda presentará también
los presupuestos necesarios.
Art. 345.
Habrá una Tesorería
general para toda la Nación, a la que tocará disponer de todos los productos de
cualquiera renta destinada al servicio del Estado.
Art. 346.
Habrá en cada
provincia una tesorería, en la que entrarán todos los caudales que en ella se
recauden para el Erario público. Estas tesorerías estarán en correspondencia
con la general, a cuya disposición tendrán todos sus fondos.
Art. 347.
Ningún pago se
admitirá en cuenta al Tesorero general, si no se hiciere en virtud de decreto
del Rey, refrendado por el Secretario del Despacho de Hacienda, en el que se
expresen el gasto a que se destina su importe y el decreto de las Cortes con
que éste se autoriza.
Art. 348.
Para que la Tesorería
general lleve su cuenta con la pureza que corresponde, el cargo y la data
deberán ser intervenidos respectivamente por las Contadurías de valores y de
distribución de la renta pública.
Art. 349.
Una instrucción
particular arreglará estas oficinas de manera que sirvan para los fines de su
instituto.
Art. 350.
Para el examen de
todas las cuentas de caudales públicos habrá una Contaduría mayor de cuentas,
que se organizará por una ley especial.
Art. 351.
La cuenta de la
Tesorería general, que comprenderá el rendimiento anual de todas las
contribuciones y rentas, y su inversión, luego que reciba la aprobación final
de las Cortes, se imprimirá, publicará y circulará a las Diputaciones de
provincia y a los Ayuntamientos.
Art. 352.
Del mismo modo se
imprimirán, publicarán y circularán las cuentas que rindan los Secretarios del
Despacho de los gastos hechos en sus respectivos ramos.
Art. 353.
El manejo de la
Hacienda pública estará siempre independiente de toda otra autoridad que
aquella a la que está encomendado.
Art. 354.
No habrá aduanas sino
en los puertos de mar y en las fronteras; bien que esta disposición no tendrá
efecto hasta que las Cortes lo determinen.
Art. 355.
La deuda pública
reconocida será una de las primeras atenciones de las Cortes, y éstas pondrán
el mayor cuidado en que se vaya verificando su progresiva extinción, y siempre
el pago de los réditos en la parte que los devengue, arreglando todo lo
concerniente a la dirección de este importante ramo, tanto respecto a los
arbitrios que se establecieren, los cuales se manejarán con absoluta separación
de la Tesorería general, como respecto a las oficinas de cuenta y razón.
TÍTULO VIII
DE LA FUERZA MILITAR
NACIONAL
CAPÍTULO PRIMERO
De las tropas de continuo servicio.
Art. 356.
Habrá una fuerza
militar nacional permanente, de tierra y de mar, para la defensa exterior del
Estado y la conservación del orden interior.
Art. 357.
Las Cortes fijarán
anualmente el número de tropas que fueren necesarias, según las
circunstancias, y el
modo de levantar la que fuere más conveniente.
Art. 358.
Las Cortes fijarán
asimismo anualmente el número de buques de la marina militar que han de armarse
o conservarse armados.
Art. 359.
Establecerán las
Cortes por medio de las respectivas ordenanzas todo lo relativo a la
disciplina, orden de ascensos, sueldos, administración y cuanto corresponda a
la buena constitución del ejército y armada.
Art. 360.
Se establecerán
escuelas militares para la enseñanza e instrucción de todas las diferentes
armas del ejército y armada.
Art. 361.
Ningún español podrá
excusarse del servicio militar, cuando y en la forma que fuere llamado por la
ley.
CAPÍTULO II
De las milicias
nacionales.
Art. 362.
Habrá en cada
provincia cuerpos de milicias nacionales, compuestos de habitantes de cada una
de ellas, con proporción a su población y circunstancias.
Art. 363.
Se arreglará por una
ordenanza particular el modo de su formación, su número y especial constitución
en todos sus ramos.
Art. 364.
El servicio de estas
milicias no será continuo, y sólo tendrá lugar cuando las circunstancias lo
requieran.
Art. 365.
En caso necesario
podrá el Rey disponer de esta fuerza dentro de la respectiva provincia; pero no
podrá emplearla fuera de ella sin otorgamiento de las Cortes.
TÍTULO IX
DE LA INSTRUCCIÓN PÚBLICA
CAPÍTULO ÚNICO
Art. 366.
En todos los pueblos
de la Monarquía se establecerán escuelas de primeras letras, en las que se
enseñará a los niños a leer, escribir y contar, y el catecismo de la religión
católica, que comprenderá también una breve exposición de las obligaciones
civiles.
Art. 367.
Asimismo se arreglará
y creará el número competente de Universidades y de otros establecimientos de
instrucción que se juzguen convenientes para la enseñanza de todas las
ciencias, literatura y bellas artes.
Art. 368.
El plan general de
enseñanza será uniforme en todo el Reino, debiendo explicarse la Constitución
política de la Monarquía en todas las Universidades y establecimientos
literarios donde se enseñen las ciencias eclesiásticas y políticas.
Art. 369.
Habrá una Dirección
general de estudios, compuesta de personas de conocida instrucción, a cuyo
cargo estará, bajo la autoridad del Gobierno, la inspección de la enseñanza
pública.
Art. 370.
Las Cortes, por medio
de planes y estatutos especiales, arreglarán cuanto pertenezca al importante
objeto de la instrucción pública.
Art. 371.
Todos los españoles
tienen libertad de escribir, imprimir y publicar sus ideas políticas sin
necesidad de licencia, revisión o aprobación alguna anterior a la publicación,
bajo las restricciones y responsabilidad que establezcan las leyes.
TÍTULO X
DE LA OBSERVANCIA DE
LA CONSTITUCIÓN, Y MODO DE PROCEDER PARA HACER VARIACIONES EN ELLA
CAPÍTULO ÚNICO
Art. 372.
Las Cortes, en sus
primeras sesiones, tomarán en consideración las infracciones de la Constitución
que se les hubieren hecho presentes, para poner el conveniente remedio y hacer
efectiva la responsabilidad de los que hubieran contravenido a ella.
Art. 373.
Todo español tiene
derecho a representar a las Cortes o al Rey para reclamar la observancia de la
Constitución.
Art. 374.
Toda persona que
ejerza cargo público, civil, militar o eclesiástico, prestará juramento, al
tomar posesión de su destino, de guardar la Constitución, ser fiel al Rey y
desempeñar debidamente su encargo.
Art. 375.
Hasta pasados ocho
años después de hallarse puesta en práctica la Constitución en todas sus
partes, no se podrá proponer alteración, adición ni reforma en ninguno de sus
artículos.
Art. 376.
Para hacer cualquier
alteración, adición o reforma en la Constitución será necesario que la diputación
que haya de decretarla definitivamente venga autorizada con poderes especiales
para este objeto.
Art. 377.
Cualquiera
proposición de reforma en algún artículo de la Constitución deberá hacerse por
escrito, y ser apoyada y firmada, a lo menos, por veinte Diputados.
Art. 378.
La proposición de
reforma se leerá por tres veces, con el intervalo de seis días de una a otra
lectura, y después de la tercera se deliberará si ha lugar a admitirla a
discusión.
Art. 379.
Admitida a discusión,
se procederá en ella bajo las mismas formalidades y trámites que se prescriben
para la formación de las leyes, después de los cuales se propondrá a la
votación si ha lugar a tratarse de nuevo en la siguiente diputación general, y
para que así quede declarado, deberán convenir las dos terceras partes de los
votos.
Art. 380.
La diputación general
siguiente, previas las mismas formalidades en todas sus partes, podrá declarar
en cualquiera de los dos años de sus sesiones, conviniendo en ello las dos
terceras partes de votos, que ha lugar al otorgamiento de poderes especiales
para hacer la reforma.
Art. 381.
Hecha esta
declaración, se publicará y comunicará a todas las provincias, y según el
tiempo en que se hubiere hecho, determinarán las Cortes si ha de ser la
diputación próximamente inmediata o la siguiente a ésta la que ha de traer los
poderes especiales.
Art. 382.
Estos serán otorgados
por las juntas electorales de provincia, añadiendo a los poderes ordinarios la
cláusula siguiente: “Asimismo les otorgan poder especial para hacer en la
Constitución la reforma de que trata el decreto de las Cortes, cuyo tenor es el
siguiente: (Aquí el decreto literal.) Todo con arreglo a lo prevenido por la
misma Constitución. Y se obligan a reconocer y tener por constitucional lo que
en su virtud establecieren.”
Art. 383.
La reforma propuesta
se discutirá de nuevo, y si fuere aprobada por las dos terceras partes de
Diputados, pasará a ser ley constitucional, y como tal se publicará en las
Cortes.
Art. 384.
Una diputación
presentará el decreto de reforma al Rey para que la haga publicar y circular a
todas las autoridades y pueblos de la Monarquía.
Cádiz, 18 de Marzo de 1812.--Vicente Pascual, Diputado por la
ciudad de Teruel, presidente.--(Siguen las firmas de los Sres. Diputados)--José
María Gutiérrez de Terán, Diputado por Nueva España, secretario.—José Antonio
Navarrete, Diputado por el Perú, secretario.—José de Zorraquin, Diputado por
Madrid, secretario.—Joaquín Díaz Caneja, Diputado por León, secretario.”
Por tanto, mandamos a todos los españoles nuestros súbditos, de
cualquiera clase y condición que sean, que hayan y guarden la Constitución
inserta, como ley fundamental de la Monarquía, y mandamos asimismo a todos los
Tribunales, Justicias, Jefes, Gobernadores y demás Autoridades, así civiles
como militares y eclesiásticos, de cualquiera clase y dignidad, que guarden y
hagan guardar, cumplir y ejecutar la misma Constitución en todas sus partes.
Tendréislo entendido y dispondréis lo necesario a su cumplimiento,
haciéndolo imprimir, publicar y circular.—Joaquín de Mosquera y Figueroa,
presidente.—Juan Villavicencio.—Ignacio Rodríguez de Rivas.—El Conde del
Abisbal.
En Cádiz a 19 de Marzo de 1812.—A. D. Ignacio de la Pezuela.
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